jueves, 30 de junio de 2016

Meu amor puxo unha bomba do baleiro

Meu amor ama as ferraxarías.
Que ollas, meu amor?
Unha bomba do baleiro.
Celebraremos o noso aniversario
cunha bomba aspirante e impelente,
incesante,
aspirante e impelente,
incesante.
Percorreremos o álbum de familia
cun detector de metais.
Un amor incrustado,
soterrado,
arqueolóxico.
Un anaco cego de lóstrego
entobado.
Meu amor ama o lignito,
a turba das linguas mortas,
a grama que espiga nos dentes,
as plantas industriais,
as explotacións a ceo aberto.
Unha bomba para baleirar o baleiro.
Meu amor ama as ferramentas
de cavar baixo a chuvia.
Hai tres mil anos labrei para ti
esa peza de ouro,
esa ave que foxe,
a escaleira que descende
ao fondo da botella.
Meu amor traballa os días todos,
todo o día traballa meu amor.
Os días de festa traballa
como un himno traballa meu amor.
É un corpo misterioso, meu amor.
Todo xira no xiro da súa saia.
Como a pel do trompetista,
nada se pousa na súa suor.
Entrou no videoxogo
ía ofrecida á Virxe, meu amor,
a disparar cravos pola boca,
esa é a forza que temos,
o espírito,
o cuspe que anavalla,
o gume de Deus.
Que ben sae da aventura, meu amor.
Que ben fai o sitio.
Leva envolta unha glicinia.
Sen acougo, bombea flor.
Fai transfusións de nubes.
Todo o crea,
todo o destrúe,
meu amor.
Vai poñendo bombas no baleiro.
É dunha violencia suave
que desenterra aves nas enxivas,
cabalos do hipocampo,
por aí non, meu amor,
non me desenterres por aí,
por aí si,
baixo o concheiro,
baixo as aras,
baixo as armas,
baixo a inscrición borrada,
no inaccesíbel,
pon unha bomba aí,
no inacceslbel.
E ti, rocha da tristeza, aparta.
Aparta que todo o destrúe
meu amor.

Manuel Rivas: A desaparición da neve (2009)

Versións:
Manuel Rivas e Pulpiño Viascón*: Meu amor puxo unha bomba do baleiro; A desaparición da neve; 2009; Pista 7



*[A imaxen correspóndese coa portada da obra da editorial Alfaguara e non coa carátula do CD]

miércoles, 29 de junio de 2016

La barca

A imagen de mí,
                       a semejanza
de cuánto y tanto sueño desvelado,
te vi llegar,
              atravesar la ausencia
con la proa lunada de tu barca.
Y a imagen de ti,
                        a semejanza
de un antiguo profeta destinado,
salí a nombrarte niños,
                                  a fundarte, …
a ser tu territorio y tu habitante.

Pongo una historia aquí,
                                    fecho tu arribo,
inauguro en tu voz mi calendario:
tú has de explicarme el alba cuando llegue
rodeada del rito de los pájaros.

Destino tu lugar.
                       Este es el sitio
donde fui diariamente solitario.
Siembro una estrella aquí para que crezca
su luz enamorada por tu sangre.

Fundo tu casa aquí,
                             sostengo el día
y su paloma sideral sin margen
para que andes vestida de alegría
tan húmeda de azul como el verano.

Debes decirme tú cómo la tarde
se te vuelve horizonte en el regazo,
cómo la noche es tu materia y tiembla
ceñida por tu piel y por mis brazos.

Cuéntame como canto cada rama,
                                                    cada viento que pasa,
cada olivo
             y aprenderás a verme en mis silencios,
maduros de memoria, como el vino.

Pongo tu nombre aquí.
                                  Este es mi modo
de amarrarte la barca con la vida,
mi manera inocente de ser hombre,
la costumbre terrestre de mi espiga.

Escúchame crecer.
                             Multiplicarme.

La muerte queda lejos todavía.

Armando Tejada Gómez: Historia de tu ausencia* (1985)

Versións:
Armando Tejada Gómez e Moncho Mieres: La barca; Cantoral de mi país al sur; 1966; Cara A, Corte 6



Armando Tejada Gómez e Moncho Mieres: La barca; Vigencia; CD1: Su palabra; 2005; Pista 15

(Reedición da versión do disco Cantoral de mi país al sur, do ano 1966.)



*[Este poema e outros máis pertencentes a este traballo, aparecen recollidos como capítulo independente dentro da obra de Armando Tejada Gómez: Profeta en su tierra, do ano 1968.]
**[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta anterior para evitar duplicidades.]

lunes, 27 de junio de 2016

Metempsicosis

Del ancho mar sonoro fui pez en los cristales,
que tuve los reflejos de gemas y metales.
Por eso amo la espuma, los agrios peñascales,
las brisas salitrosas, los vívidos corales.


Después, aleve víbora de tintes caprichosos,
magnéticas pupilas, colmillos venenosos.
Por eso amo las ciénagas, los parajes umbrosos,
los húmedos crepúsculos, los bosques calurosos.


Pájaro fui en seguida en un vergel salvaje,
que tuve todo el iris pintado en el plumaje.
Amo flores y nidos, el frescor del ramaje,
los extraños insectos, lo verde del paisaje.

Tornéme luego en águila de porte audaz y fiero,
tuve alas poderosas, garras de fino acero.
Por eso amo la nube, el alto pico austero,
el espacio sin límites, el aire vocinglero.


Después, león bravío de profusa melena,
de tronco ágil y fuerte y mirada serena.
Por eso amo los montes donde su pecho truena,
las estepas asiáticas, los desiertos de arena.

Hoy (convertido en hombre por órdenes obscuras),
siento en mi ser los gérmenes de existencias futuras.
Vidas que han de encumbrarse a mayores alturas
o que han de convertirse en génesis impuras.


¿A qué lejana estrella voy a tender el vuelo,
cuando se llegue la hora de buscar otro cielo?
¿A qué astro de ventura o planeta de duelo,
irá a posarse mi alma cuando deje este suelo?


¿O descendiendo en breve (por secretas razones),
de la terrestre vida todos los escalones,
aguardaré, en el limbo de largas gestaciones,
el sagrado momento de nuevas ascensiones?.


Juan Ramón Molina: Tierras, mares y cielos* (1911)

Versións:
Delirium: Metempsicosis; Abismo; 2001; Pista 9



*[Gran parte da obra de Juan Ramón Molina foi recollida e publicada, en 1911, polo seu amigo Froylán Turcios, nun libro titulado: Tierras, mares y cielos, nome que de antemán fora escollido polo poeta.]

viernes, 24 de junio de 2016

Espera del Pedro Changa

Lo soñaron jinete, carpintero,
capitán de las lluvias del verano;
de niño lo querían de oro nuevo,
minero del salar, sabio artesano.
Porque las madres juegan a la espiga,
húmedas sus canciones de milagro,
rodeando a sus niños de luciérnagas
en la tierna bandera del regazo.

Si a uno le diera por tocar la pulpa,
lo más sobrellevado de los años,
haría fondo al fondo del anhelo
que el Pedro Changa se quedó esperando
con ese modo suyo de ir haciendo
cigarrillos y estibas de cansancio
hasta ponerse de humo y ser espeso
como el pájaro oscuro del tabaco.

No vale recordar lo adolescente,
lo que fue atravesar cañaverales
silbándose la luna que gemía
ceñida por la noche palpitante,
silbándose el vigor, lo mujeriego,
cantándose lo joven de la carne;
no vale recordar cómo es que muere
la verde brujería de la llama
gastada por lo pobre y sin camino
que le gastó la fuerza al Pedro Changa.

Fue a la Pampa en enero porque el trigo
había puesto de oro la distancia
y en marzo fue subiendo hasta las uvas
que el sol de Cuyo preña de tonadas;
después entró al maíz, Santa Fe arriba,
y desgranó sus dientes sin ganancia
cuando mayo tenía ya los ojos
amanecidos de violenta escarcha.
Julio lo vio trepar sobre los trenes
hacia el azúcar agrio de la zafra
y volverse algodón todo septiembre
con el Chaco colgado a las espaldas.

Caminos de jornal ha andado el Pedro
por todos los caminos de la patria
para volver al fin ya sospechando
que hay algo en todo esto que no anda,
por más que él ponga el hombro
y que sus manos
le hayan quedado anchas como el mapa.

La desocupación junta a los hombres
en la aurora trizada de la calle,
los ordena de gris, los alinea
con una misma espina atravesada.

Cada uno está solo con los otros
buscándose cigarros y palabras
mientras se cuentan hijos y decesos
y pormenores de la mala pata.

Entonces se le ve la traza al Pedro
fumándose hasta el pucho la esperanza,
apoyado en los hombros del silencio
y buscando salidas a sus ganas.

Armando Tejada Gómez: Los compadres del horizonte (1961)

Versións:
Armando Tejada Gómez e Los Trovadores: Espera del Pedro Changa; Los oficios del Pedro Changa; 1967; Cara A, Corte 1



*[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta anterior para evitar duplicidades.]

miércoles, 22 de junio de 2016

Metáfora de las Mil y una noches

La primera metáfora es el río.
Las grandes aguas. El cristal viviente
Que guarda esas queridas maravillas
Que fueron del Islam y que son tuyas
Y mías hoy. El todopoderoso
Talismán que también es un esclavo;
El genio confinado en la vasija
De cobre por el sello salomónico;
El juramento de aquel rey que entrega
Su reina de una noche a la justicia
De la espada, la luna, que está sola;
Las manos que se lavan con ceniza;
Los viajes de Simbad, ese Odiseo
Urgido por la sed de su aventura,
No castigado por un dios; la lámpara;
Los símbolos que anuncian a Rodrigo
La conquista de España por los árabes;
El simio que revela que es un hombre,
Jugando al ajedrez; el rey leproso;
Las altas caravanas; la montaña
De piedra imán que hace estallar la nave;
El jeque y la gacela; un orbe fluido
De formas que varían como nubes,
Sujetas al arbitrio del Destino
O del Azar, que son la misma cosa:
El mendigo que puede ser un ángel
Y la caverna que se llama Sésamo.
La segunda metáfora es la trama
De un tapiz, que propone a la mirada
Un caos de colores y de líneas
Irresponsables, un azar y un vértigo,
Pero un orden secreto lo gobierna.
Como aquel otro sueño, el Universo,
El Libro de las Noches está hecho
De cifras tutelares y de hábitos:
Los siete hermanos y los siete viajes,
Los tres cadíes y los tres deseos
De quien miró la Noche de las Noches,
La negra cabellera enamorada
En que el amante ve tres noches juntas,
Los tres visires y los tres castigos,
Y encima de las otras la primera
Y última cifra del Señor; el Uno.
La tercera metáfora es un sueño.
Agarenos y persas lo soñaron
En los portales del velado Oriente
O en vergeles que ahora son del polvo
Y seguirán soñándolo los hombres
Hasta el último fin de su jornada.
Como en la paradoja del eléata,
El sueño se disgrega en otro sueño
Y ése en otro y en otros, que entretejen
Ociosos un ocioso laberinto.
En el libro está el Libro. Sin saberlo,
La reina cuenta al rey la ya olvidada
Historia de los dos. Arrebatados
Por el tumulto de anteriores magias,
No saben quiénes son. Siguen soñando.
La cuarta es la metáfora de un mapa
De esa región indefinida, el Tiempo,
De cuanto miden las graduales sombras
Y el perpetuo desgaste de los mármoles
Y los pasos de las generaciones.
Todo. La voz y el eco, lo que miran
Las dos opuestas caras del Bifronte,
Mundos de plata y mundos de oro rojo
Y la larga vigilia de los astros.
Dicen los árabes que nadie puede
Leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día
Y Shahrazad te contará tu historia.

Jorge Luis Borges: Historia de la noche (1977)

Versións:
Vicente Monera: Metáforas de las Mil y una noches; www.musicaypoemas.com; 2009;

domingo, 19 de junio de 2016

Hombre de gris

Salgo a lo gris de marzo, a la intemperie
de indescifrable otoño vacilante,
la cavilosa savia retrocede
y está muy alto el humo de la tarde.
Arriba de los pájaros, arriba
todo vuelve a ser lento y fatigado,
un grito de gaviota y agonía
me vuelan las gaviotas del verano.


Ayer nomás, la piel tañía espigas,
un festival del sol era la sangre:
ese sitio ritual donde la vida
recobra lo animal y perdurable
mordiendo sin piedad en los sentidos,
en la sed de vivir, en la sal viva
que laboriosamente nos despierta
la tierna eternidad de la alegría.


Largo día el verano de mi tierra!
Permanece la luz, la flor demora
como si el tiempo residiera en ella
olvidado y feliz de ser su aroma.
Todo transcurre lento, así sus ríos
no acaban de pasar, se van quedando
en azules remansos sin olvido
donde se mira, infatigable, el árbol.


Salgo a verme en lo gris, estoy mirando
atardecer el día interminable,
Me gusta verlo entrar a las cenizas
como un dios destituido e inviolable,
soberbio de su luz, alto en lo alto,
custodiado de cósmicas fogatas,
derrumbando su incendio entre relámpagos
y herido de su misma llamarada.


Salgo a estar en lo gris que no se piensa,
se camina no más, se va pisando
como en una ternura que no cesa
de ser paloma gris, hoja de marzo,
mientras lo hembra de la lluvia vuelve
solándose las trenzas en el aire,
dulce como una espina que no duele
de tanto ser la lluvia por mi sangre.


No se piensa: yo soy, esta es la tierra
yo soy en esta tierra. Se camina
pisándole la sombra a la tristeza
tenazmente adherida al que la pisa.
Porque marzo comienza con la luna
en creciente fragor sobre el otoño,
aquí, dónde no pienso pero existo,
bajo un trecho de lluvia y abandono.
Estoy sobre la tierra, al Sur de América,
no tengo más fogatas ni señales,
durándole a mi sombra, soy la tierra
que dura en el tumulto de mi sangre.
Soy la tierra que soy, el movimiento
de la argentina gente populosa,
piedra al Oeste, pero al Sur el viento:
del Este al Norte una arenal memoria.


Si digo eternidad digo un abuelo
enorme y mineral allá debajo,
si digo este es el polvo, estoy diciendo
que aquí cayó mi padre galopando:
lo austral del Sur azul, el viento solo,
el solo viento sur y solitario:
esta Patria que llevo aquí en lo hondo,
como el hueso más hondo y castigado
emergerá de mí, irá subiendo
de sonido en sonido la campana,
emergerá de mí, irá sabiendo
de madera en madera la guitarra
sin olvidar un solo llanto solo,
una sola ternura aniquilada,
un solo sueño degollado a oscuras
en lo más nacional de la esperanza.


Soy sólo un hombre gris bajo la lluvia,
pero bajo la lluvia: tierra que anda!


Armando Tejada Gómez: Tonadas para usar (1968)

Versións:
Armando Tejada Gómez e Moncho Mieres: Hombre de gris; Cantoral de mi país al sur; 1966; Cara A, Corte 1



*[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta anterior para evitar duplicidades.]

viernes, 17 de junio de 2016

Mester de clerecía en memoria de Vicente Huidobro

                                                (Por encargo de Gonzalo de Berceo)

A muerto de los aires un fino emperador.
Escuridad est tanta que non a alrededor.
Los sones han callado ca murió el roseñor
Que era entre todas aves el pájaro meior.

Alvar Yáñez e Hübner e Vargas el pintor,
Arenas e Rodríguez, e io, que soi menor,
Joan Gris, Gerardo Diego e Lipschütz esculptor,
Ioan Larrea, que dobla eúscaro tambor.

Hi vienen su Cagliostro e su Cid Campeador,
La golonfina aúlla con tristura e pavor,
E ploran muchos ommes por pena e por error.
A todos los consuela el ángel Altazor.

Dispónense a enterralle en fossa de pastor,
Mas su cuerpo non hallan en nengún rededor;
Ansí facen un hueco con su forma e grossor
E fincan en sepulcro esse hueco de amor.

Vicente de Huidobro, mi hermano e mi señor,
Non fagas la faz mustia por plazer mi dolor,
Nin compartas lazerio con el nuestro clamor,
Si en grant gozo de música te metió el Salvador.

La alondra, la calandria e el chico roseñor
En concierto de voces entonan su loor.
Unos a otros traspásanse commo fructa e olor
E nenguno se rompe nin fiere su pudor.

Non luce en todo el prado faisán de más color,
Ni ángel de más frequenzia, ni aire de más rigor.
Cada silbo amoroso vuela de alcor a alcor
Llevado por la brisa del estío cantor.

El le dize cantigas a la Virgo de amor,
Sentada en una rosa como dixo Altazor;
La nieve florecida al lado del calor
Se amamantan en ella sin miedo nin rencor

Mi señor Jesuchristo, mi Padre e Redemptor,
Io ruego que me invites al concierto maior,
Fagas en la mi carne plagas de grant dolor
Ca non est instrument sin roturas de amor.

                                                        1948

Eduardo Anguita: Poesía entera (1971)

Versións:
Eduardo Peralta: Mester de clerecía en memoria de Vicente Huidobro; XXI poetas chilenos; 2009; Pista 12

jueves, 16 de junio de 2016

Historia de tu ausencia

                        1
Este país del sol
                        esta ranura
de mirarse en lo alto y de mirarnos
nos conoció el amor cuando lo hallamos
disperso entre los hechos,
                                      manoseado
como un triste apetito,
                                como un roce,
un menester del lecho,
                                 una palabra,
roto por el gemido en el tumulto,
profeta solitario de las calles.

Y éste era el viejo amor,
                                   éste era el rito
que levantó la piedra y besó el pámpano,
ésta fue la heredad de los pastores
fundadores de Dios y de las tablas;
éste pulso de mí,
                         estas canciones
antiguas de cantar,
                            esta labranza
de un solo idioma y una sola fecha
era el amor.
                  Y nadie lo encontraba.
Y yo lo vi pasar como un sollozo,
como un cántaro seco,
                                  como un agua
inútil de golpearse entre las rocas,
devastarse, caer y devastarse;
lo vi por las ciudades,
                               por las ropas
con un árido sexo arrebujado
y tan exiguo de su sed primera,
tan caído a la cal,
                          tan horadado,
que no supe qué hacer con mi caricia,
mi entraña germinal,
                              mi niño extraño:
no supe y regresé,
                           volví al comienzo
de cada soledad,
                         abandonado.

Regresé a desandar al hombre,
                                             el vino
donde la tarde afila su navaja,
a releer las cartas malheridas
de adiós, de nunca,
                             de escribir distancias
y ya nadie sabía:
                        era tan lejos,
tan al cubo del tiempo y olvidado
que no tuve si no cierta memoria,
cierta bujía obsesa de la sangre
que me puso la voz como de luna,
como de junco azul,
                              como de aldaba
puesta a llamar al grito hasta lo hondo,
puesta a golpear al norte mi garganta.

Y entonces tú.
                     Entonces me creciste
de un eco dulce que en la fe llevaba.
Yo te besé en la luz,
                             donde se besan
la madera, los pájaros y el agua,
porque era necesario que tuvieras
un clima donde andar con tu milagro,
una lluvia de júbilo a tu diestra
y un badajo de sol por las mañanas.
Era tan necesario darte espacio,
                                              lugar en la canción,
sitio en el alba,
mientras yo hilaba mi canción agreste
con el viento que hilaba tu costado.

Por eso fue distinto,
                             parecía
que el río te llevaba de la mano
para que hasta la sal te conociera
antes de ser espuma entre las aguas.
Ibas hacia la noche como el día
con un paso apagado y otro en llamas,
lenta de tu misterio,
                             promovida
por un rumor de niños y campanas.

Y hubo que hacer de nuevo cada cosa:
la minuciosa flor, la lluvia;
                                    tanto
que llegada al amor no fue posible
penetrar en lo muerto y olvidarte,
porque tú,
               fundadora, regresabas
hasta habitar mi voz con tu imbatible
diapasón de nacer,
                            prieto en la carne;
propagadora de la miel del mundo,
llegaste a mi canción con tu rescate
y en realidad fue nueva cada cosa
a partir de la luna en que llegaste.
Aquí,
        bajo la luz,
                      dije tu nombre,
tu sílaba de música,
                              tu fiesta
y luego lo supieron los racimos,
los niños, las canciones y la tierra.

                        2
Si ahora digo amor tal vez no diga
que la ausencia me mira del fondo de tus ojos,
que aquí estuvimos juntos,
                                      que fue hermoso
y que el sol conocía tu perfil de memoria.
Tal vez sea imposible que alguien sepa lo claro,
lo luz que fue llevarte de la mano pequeña
como a un tallo mecido por un viento de música
hacia los territorios donde aguarda el silencio.

Y ya que estás distante,
                                   que pensarán los árboles,
qué dirán las canciones,
cómo verá la noche mi soledad de ríos;
dónde pondrán su ronda los niños de la tarde,
adónde irán los pájaros sin tu risa y mi silbo
y la calle tan sola con sus puertas inútiles
y las sombras sin besos
                                   y los perros perdidos;
ahora que la ausencia me interrumpe la boca,
ahora que me esperas tan allá de los niños.

Se nos ha muerto el año.
                                    Yo le veo el invierno
hecho de un solo frío,
                               de un solo tajo solo
a la mitad de agosto,
                              de una dura distancia
larga, definitiva.
Porque de pronto sobran los barcos,
                                                   los andenes
y de pronto este rumbo ya no tiene sentido
como si nadie fuera hacia ninguna parte
o alguien hubiera muerto a mitad de camino.

Alguien.
            Mi voz. Tu pelo. Las cosas que no dije.
La flor de tu vestido.
Se nos ha muerto el año donde dejé tu nombre
para que recobrara su condición de estío.

Ya no sé,
              nunca entiendo estas precarias sílabas,
cosas que no recuerdo de pronto me dominan:
te dije que tenías la piel como de humo?
que de estarme en tus ojos me conozco el origen?
te he enseñado el misterio de los árboles solos?
sabes ya que tus manos son dos siestas dormidas?

No sé,
          nunca recuerdo tanta distancia,
                                                     tanta
canción que no he cantado cuando anduvimos juntos
Me dolería mucho no haberte dicho todo
lo que llevo en la boca casi como otra risa.

                        3
Cómo harás para andar sin esta sangre,
este zumo de ti,
                       esta madera
que te llenó el navío de rescate
cuando el naufragio tuyo por la tierra;
pienso que no andarás sobre las aguas
con el milagro del amor a cuestas,
que cada rosa morirá en su aroma
vencida por su muerte tan pequeña.

Te va a sobrar el día,
                              la mañana
izará sus palomas a tu puerta,
irrumpirá acústica y sinfónica
por todos los olvidos de tu ausencia.
Te va a sobrar la voz,
                               ese sonido
donde gira la música su rueca
y has de encontrar calladas las guitarras,
mordidas de silencio en las caderas.

Qué harás con esta noche,
                                       con el grillo
picapedrero de su piedra negra,
con su viento a oscuras; sus relojes
ajenos a tu pulso y a tu pena.
Tú la verás llegar por la ventana,
por tu pupila lúcida y desierta
donde antes residían mis pupilas
como luz en la luz,
                            verás que llega
y que no trae ese lucero tuyo
para que yo lo encienda y tú lo enciendas.

Te caerá a la piel su junco roto
con la luna partida por las trenzas.

Cómo te costará asumir el año
qué castigo,
                  que látigo septiembre
con su tumulto por los tiernos sauces
y su estallido de panteras verdes.
Tú lo verás girar en su dulzura
de jubilosa azúcar por tus sienes,
su hoguera vegetal en tu cintura
y su inmisericorde flor en celo;
le verás esa furia que tenían
mis labios milenarios en tu cuello,
te dolerá el color como una espada
de fuego y tú, de fuego y yo,
                                        de fuego,
pero de golpe extraño, innecesario:
de pura ausencia sobre pura arena.

Cómo harás para andar sin nuestra sangre,
sin nuestro corazón,
                              sin nuestra huella;
te va a sobrar el cielo, amor, los pasos
con los que regresabas de la estrella,
porque a mí ya me sobran las palomas
como te sobra a tí la primavera.

                        4
Amor,
          yo vine de un puñado rojo,
de maltratada gente que conoces
porque ya te mostré como sonríen,
cómo esperan a diario

                                 y me construyen
este arduo diapasón, estos dos flancos
de avanzar y crecer y de construirnos.


Vengo de conocerlos en lo oscuro,
en cada frustración llena de estragos,
en donde un día concibió mi padre
su memoria de vuelta en mi garganta
cuando yo no era más que su fatiga,
apenas su pupila,

                          apenas aire
y él juntaba las voces andariegas,
iba entre sus amigos relatándome,
soñándome cuando decía: espero
o cuando sin decirlo me esperaba.


Y las calles lo saben,
                               he subido
muy lentamente hasta mi rostro,
                                              saben
que esta palabra de sufrir tu nombre
ha sido repetida por mis pasos;
que no me pertenece sino el rumbo
y acaso la alegría de tus manos,
pero que lo demás es de mi gente
transitadora de su aliento largo
y que aún este amor que ahora pone
su caricia frutal sobre mis labios,
yo lo aprendí de ese puñado rojo
de donde vengo con el grito en alto.


Ya no puedo volver.
                            Es imposible
porque no existo atrás sino adelante
y este camino no regresa nunca,

                                               va, simplemente,
como la distancia
hacia el carozo azul del horizonte
donde me aguarda el hombre y su esperanza.
Y mi gente lo sabe.

                            Lleva siglos
de hacer este camino andando,

                                            andando
y uno entiende que ya comienza el viaje,
que hay que partir,

                           que es hora,
                                           que este paso
de inexorable andar no muere en uno,
no termina mañana,

                              no descansa
y es hermoso saber que llegaremos
crecidos de país,

                         multiplicados.

Amor,
          me quedo sin decir tu nombre
porque tendría que inventar palabras
para que lo comprendan las palomas,
la miel,

           la uva, terminada en marzo.

Tú no te vas de mí.
                            Ahora quedas
incorporada a mi silencio diario.
Toda vez que me mire la alegría
subirá tu presencia hasta mis labios:
definitivamente mi sonrisa
te traerá a la luz desde mi sangre.


Tal vez le diga a alguien que has estado
—no sé qué tiempo,

                              nunca sabré cuánto—
junto a mis soledades tumultuosas
llenándome de coplas la guitarra.


Si alguien te preguntara cómo entiendo
la vida y el amor, has de decirle
que no creo en la muerte,

                                     que hace mucho
salí a besar la frente de los niños.


Armando Tejada Gómez: Historia de tu ausencia* (1985)

Versións:
Armando Tejada Gómez e Moncho Mieres: Historia de tu ausencia; Cantoral de mi país al sur; 1966; Cara B, Corte 2



Armando Tejada Gómez: Segunda historia de tu ausencia; Lado 1, Corte 1



Primera historia de tu ausencia; Lado 1, Corte 3



Tercera historia de tu ausencia; Lado 1, Corte 5



Cuarta historia de tu ausencia; Historia de tu ausencia; 1986; Lado 2, Corte 7



*[Éste poema e outros máis pertencentes a este traballo aparecen recollidos como capítulo independente dentro da obra de Armando Tejada Gómez: Profeta en su tierra, do ano 1968.]
**[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta anterior para evitar duplicidades.]

martes, 14 de junio de 2016

Meriendo algunas tardes

Meriendo algunas tardes:
no todas tienen pulpa comestible.

Si estoy junto a la mar
muerdo primero los acantilados,
luego las nubes cárdenas y el cielo
—escupo las gaviotas—,
y para postre dejo las bañistas
jugando a la pelota y despeinadas.

Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
—tras haberles quitado las espinas—
y cuando se me acaban
me voy rumiando sombras,
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.

Ángel González: Breves acotaciones para una biografía (1971)

Versións:
Ángel González: Meriendo algunas tardes; La palabra en el aire; 2003; Pista 11

domingo, 12 de junio de 2016

Grecia 907

Derrepente
no voy aguantar más y emitiré un alarido
un alarido largo de varias horas
previamente -habrá que tomar precauciones-
habré electrificado mi balcón
cerrado la puerta con llave
(se me olvidaba que he de instalar una reja en la ventana del baño)
sembrado mis paredes con amuletos fabricados en noches de viernes a sábado
de tal manera que los tanques
queden atascados a varios cientos de metros de distancia
los pilotos de los jocker panthers
no puede controlar sus lúpings y se estrellen
justamente encima de los camiones de soldados
que justamente habrán chocado con los tanques
que estarán atascados en el asfalto
que empezará a derretirse
a los pocos minutos
del alarido que emitiré cuando
no aguante más


Derrepente no voy aguantar más:
ya no bastará con las pajas mías de cada noche
con los pitos nuestros de cada día
y cuando no basten los opiáceos
los sicofármacos
los tranquilizantes mayores o menores
las botellas de vino, cerveza, pisco o agua mineral


Previamente
me habré mesado los cabellos y las barbas
las cejas, las axilas, los vellos pubianos
me habré dado largos baños de tina y extensas duchas
y cuando todo eso ya no baste
emitiré un largo y potente alarido


Entonces
las ventanas del edificio Diego Portales
estallarán en varios miles de pedazos
llorarán las guaguas, las monjas, las doncellas y los ancianos
los profesores deberán suspender las clases
los teléfonos comunicarán con números equivocados
pero no importará porque nadie podrá hablar por teléfono:
mi alarido impedirá que se escuche
lo que tenga que decir la gente que llame desde Mendoza
desde Arica a San Vicente de Tagua Tagua o desde las Antípodas
preguntando qué pasa
qué es ese zumbido extraño
que parece provenir desde Santiago de Chile
y la gente que pasa por la calle Ahumada
tendrá que correr a refugiarse en los agujeros del Metro
y los niños que cantan en las micros
cantarán más fuerte que nunca
quizá si por primera vez con alegría
al ver que las ventanas
primero se trizan
las trizaduras se extienden por las carrocerías de hojalata
y el techo cae sobre los pasajeros
sin causarles daño alguno y permitiéndoles respirar
pues mi alarido hará que el smog se disipe
es decir se concentre en las oficinas públicas
por donde entrará a través de las ventanas rotas
haciendo que todos los burócratas se vean compelidos
a elegir: o se asfixian
o saltan al vacío, pues
los ascensores se habrán atascado
y las cajas de las escaleras
actuarán como cajas de resonancia
al igual que las cajas de fósforos
al igual que las cajetillas de cigarrillos
al igual que los cajones de los escritorios
al igual que los ataúdes

despertando a los que hayan sido enterrados
por error del médico o por malas intenciones
haciendo que se sumen a mi alarido
mientras los perros aúllan y los jóvenes
huyan a las montañas
sin saber que mi alarido puede hacer brotar un volcán
en cualquiera de ellos
aunque probablemente el volcán brotará
en el cerro San Cristóbal
haciendo que la estatua de la virgen
salga disparada como un cohete
que se perderá majestuosamente entre las nubes
causando gran desconcierto entre los ángeles de la guarda
que habrán quedado cesantes a causa de las catástrofes
que se han anticipado
sólo en parte, pues serán innumerables
pues debe entenderse que los efectos de mi alarido serán multiplicados
en tanto que todos los locos se sumarán al alarido y tendré cómplices
provistos de algodón en abundancia para taparse las orejas y que harán
sonar todas las sirenas de incendio de la ciudad o por lo menos la mayor parte
mientras los repartidores de helados y gas licuado hacen sonar
sus balones y cencerros compulsivamente , al igual que los sacristanes
las campanillas y los bedeles de escuela las campanas, creyendo que ha
llegado el apocalipsis que alucinó Loannis en Patmos y la Semana de la
Primavera, respectivamente, pues me olvidaba advertir que el alarido ese
será en Primavera, ya que el invierno que estamos viviendo está bastante
helado y tengo la garganta
pa-la-cagá.
                                                 1975

Rodrigo Lira: Declaración jurada (2006)

Versións:
Acero de invierno: Grecia 907; Laberinto de voces; 2015; Pista 6



*[Agradecemos efusivamente a Andrés Pulgar, membro do grupo Acero de Invierno, que nos fixera chegar este excelente traballo; así como os seus parabéns sobre o noso blog.]

Menos tu vientre

Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

Miguel Hernández: Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) (1958)

Versións:
Joan Manuel Serrat: Menos tu vientre; Miguel Hernández; 1972; Pista 1



Lucecita: Menos tu vientre; En las manos del pueblo, Vol.1; 1993; Pista 2



Silvio Rodríguez: Menos tu vientre; Cuba le canta a Serrat (VVAA); 2005; CD 1, Pista 7



Banda inaudita e Julián Páez: Menos tu vientre; A la luna venidera; 2010; Pista 6

sábado, 11 de junio de 2016

Ese silbido duro

Hay una calle. Acaso
con la luna en el charco
singularmente rota.

En un silbido lerdo
el tango se demora,
lentamente se encuentra
con la nostalgia
sorda
y el hombre viene,
avanza,
no recuerda su historia,
casi no se conoce la voz,
lleva su sombra,
siempre lleva un olvido
parecido a la sombra,
lo sigue como un perro
la sombra de la sombra
derramada en la calle
y agitando la cola.
Pero el hombre camina
y avanza
pero viene
antiguamente oscuro
al medio de la noche.

Hay esta calle y ésa,
hay muchas
pero y otra
con un hombre silbando
y arrastrando su sombra,
pesadamente
a oscuras,
nocturnamente a solas,
silbando,
transitando su trozo
de memoria,
este mes
y su plazo de pan
muerto en la hora,
transitando los muros
donde la gente
escribe
su pasión en mayúscula,
a viva voz de cal,
pero de cal nocturna.

Hay un hombre que viene,
por aquí viene un hombre,
de todos los suburbios
a altas horas transitan
los hombres
y su sombra,
las ciudades conocen
ese silbido duro,
las ciudades conocen
ese silbido, es duro
verlos como caminan
por su larga memoria
en tanto las palabras
caen
de las paredes,
caen
del muro afónico,
caen
y lo sustentan
y todas las mayúsculas
avanzan
cuando avanza,
avanzan y sostienen
ese silbido
duro.

Porque los barrios tienen
un silencio de lata,
los ojos quietos, tienen
una afiebrada gana,
una fotografía donde el amor
es viejo,
maderas donde el viento
penetra dando hachazos
y esa fe y ese niño
y ese raído
tango.

Pero el silbido sabe.

Hace mucho ha entendido
que caminar es largo
y en medio de la noche
nadie pregunta nada.
Se siente cómo duerme
la soledad
en su peso,
se ve el hollín acuoso
que lame y lame y lame
y los pasos golpean,
tumban el polvo,
pasan,
sus pisadas percuten
como un vientre de trapo,
deshilachados siguen,
duran, callan
y pasan,
van infinitamente
tumbándose
los pasos.

Cuando muera la luna
la calle dará un grito,
¡un violento alarido
de animales violados!

Armando Tejada Gómez: Antología de Juan (1958)

Versións:
Armando Tejada Gómez: Ese silbido duro; Sonopoemas del horizonte; 1964; Cara A, Corte 3



Armando Tejada Gómez: Ese silbido duro; Vigencia; 2005; CD1: Su palabra; Pista 3

(Reedición da versión do disco Sonopoemas del horizonte, do ano 1964.)




*[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta anterior para evitar duplicidades.]

jueves, 9 de junio de 2016

Meniña, ti a máis hermosa

—Meniña, ti a máis hermosa
que a luz do sol alumbrara;
ti a estrela da mañanciña
que en puras tintas se baña;
ti a frol das froridas cumbres,
ti a ninfa das frescas augas,
ti como folla do lirio
branca, pura e contristada.
¿Quén eres, fada sin nome
de tan dormentes miradas,
de tan dorida sonrisa,
de feituriña tan cándida?
¿Quisáis de muller naceches
sendo tan limpa e tan casta?
¿Quisáis das brisas da tarde,
quisáis das brétemas vagas,

das burbulliñas dun río,
quisáis dunha nube branca?
¿Ou as espumas do mare

a un raio de sol xuntadas
pousáronte ó ser da aurora
nunha cunchiña de nacra?
Mais, de onde queira que seas,
tristísima pasionaria,
por ti sinto un amor puro
que pouco a pouco me mata.
Por ti, de noite e de día,
cal vaga sombra encantada,
preto do teu vivir ximo,
ximo cos ventos que pasan

facendo vibrar sonoras
sentidas cordas dun arpa,
que con ecos tembradores
dos meus amores che falan.
Mais dime: ¿por qué estás muda?
Di por qué estás solitaria,
di por qué vives nos montes
cos paxariños que cantan,
mentras ti choras e choras
ó pe dun olmo sentada,
toda de loito cuberta,
toda cuberta de lágrimas.
—Déixame vivir nos montes,
déixame estar solitaria,
déixame cos paxariños
que en derredor de min cantan.
Déixame vestir de loito,
cuberta por tristes bágoas,
i eco de homes non escoite
nin son de armoniosas arpas,

que eses sons de amor á vida
rompen as miñas entrañas.
¡Si deles, galán, por sorte,
doce consolo arrancaras
para un dor que non ten cura,
para un mal que non se acaba!
¡Si ó seu vibrar sonoroso
as tombas se levantaran
i o polvo que nelas mora
volto a vivir se axitara…!
Mais, cala, galán…; non toques
as soaves cordas dun arpa
que nin dá vida ós que morren
ni as tristes tombas levanta.
Cala, galán, cos cantares
que con pasión de amor cantas,
que os meus amores morreron
i aló antre tombas me agardan.

Para min morréu a dicha,
morréu tamén a esperanza,
cubréuse o seu de tristura
i a terra de ásperas prantas.
Déixame vivir nos montes,
déixame estar solitaria,
déixame vestir de loito,
cuberta de amargas lágrimas.

Que a rula que viudóu,
xuróu de non ser casada,
nin pousar en ramo verde
nin beber da iaugua crara.


Rosalía de Castro: Cantares Gallegos (1863)

Versións:
Roi Casal e Silvia Ferre: Ninfa das frescas augas; Lendas douradas; 2008; Pista 1

miércoles, 8 de junio de 2016

Carta bajo la lluvia

Es increíble cómo se regresa,
se vuelve atravesando las derrotas.
Ciertas espinas queman,
                                        ciertos pasos
nos pisan las palabras en la proa.

Yo sé que tú,
                        que yo,
que los que entienden
llevan la boca sola
                                y quieren
y no pueden trasladarse
al centro de la pena de los otros,
al adarme de sombra, a las regiones
donde la gente cae y se destroza.

Sé, pero tú también
                                y caminamos
empujados de sueños,
                                    caminamos
por nuestra biografía silenciosa
con la chispa rebelde de los ojos
sobrevivida, intacta, memoriosa.

Porque tú, sostenida de jazmines,
levantada en mi voz como una historia
que ya sabía de antes,
                                    tú que apenas
eras leve viajera de mis horas,
ya me has dicho la fecha de tu nombre,
tu destinado día entre las olas
y tengo que inventarte profesías,
signos, para que lleguen tus palomas.

Tengo que destinarte.
                                    No podría
rozar tu soledad.
                            Nunca he podido
ausentarme de nadie sin decirle
en qué rincón espera la alegría.

Cuando lo olvido, vuelvo.
                                        Nunca dejo
palabras sin decir.
                                Nunca he podido.
Tengo que ser tu arquero. Dispararte.
Malherirte la noche en las pupilas.

Es increíble cómo se regresa
a continuar, a sostener el día.

Y sí, queda el invierno
                                    y ese puño
y el polvo triturado de cuchillos.
Las cosas llueven, llueven,
                                            se acumulan
en estos hombros de cargar la vida,
porque es cierto hasta el llanto que se sufre
pero también es cierto que se olvida,
que uno se pone gente y va con ella
hasta besarle cada despedida,
que uno se inventa rumbos y no sabe,
que uno llega y comienza otra partida.

Queda, oscuramente queda, camarada
                                                                y llueve
pero existo y voy contigo
ahora no me importa hasta que trecho,
ni qué distancia somos,
                                        vas conmigo
rozando mi canción con tu silencio
pero tal vez ya somos el camino.

Y sí, queda el invierno,
                                    pero es hondo
transitarlo cuchillo por cuchillo.

Claro que es un milagro.
                                        Y un milagro
es lo más natural: no te imaginas
cómo las cosas simples tienen duendes
doblando y desdoblándoles la orilla
—el viento que te envuelve lleva el polen
que inundará la flor de astrologías—.
Ya se que tú lo sabes, pero es hondo
agregarte milagro a la sonrisa.

En realidad, los dedos del milagro
hilaron mi canción con tu gemido.
El polen de tu pena espera el día.
Cuando amanezca, ya serás sonido.

Armando Tejada Gómez: Historia de tu ausencia* (1985)

Versións:
Armando Tejada Gómez e Moncho Mieres: Crónica de la lluvia; Cantoral de mi país al sur; 1966; Cara B, Corte 3.



*[Éste poema e outros máis pertencentes a este traballo aparecen recollidos como capítulo independente dentro da obra de Armando Tejada Gómez: Profeta en su tierra, do ano 1968.]
**[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta anterior para evitar duplicidades.]

lunes, 6 de junio de 2016

Memoria del guitarrero

Sangre de pie, salía de la tarde
por la voz tornasol de la guitarra,
boca de todo el mundo, duendeluna,
a contar el oficio del milagro.

Panquehua era de trigo por entonces,
de abuelo y cereal, de madre y agua;
era de clima nuevo y nuevo aroma
recién nacido de la paz del árbol.

Entonces, cuando el día se ahogaba
de luz cumbreña, de violentos pájaros;
un día de esos días que en la trilla
molían su molienda los relámpagos,
se lo vio aparecer al Guitarrero
—dicen que como un trozo del paisaje—
templando su memoria en el silencio
y sustentado en lo carnal del canto.

Déle hurgarse la copla, el cancionero
donde amontona asuntos la tonada;
póngale darle al grito, tarde arriba,
hasta colmar la voz y desfondarla.

Así, por el caudal de su alegría,
salían a existir los olvidados,
el tumultuoso amor, la pena oscura,
la muerte solitaria y de a caballo.
El pueblo se encontraba en sus canciones,
se escuchaba vivir en su relato.

Por eso lo amparó luna por luna,
lo acogió en su calor, lo hizo compadre,
le dio su pan, su vino, el mejor sitio
a la sombra materna de su casa,
sintiendo que algún día, el mismo viento
lo llevaría así como lo trajo.

Aquí lo demoraron las estrellas,
las noches labradoras, los sucesos
cálidos de la vida campesina
trenzados a sollozo y nacimientos.
Quién sabe si en la noche, cuando el canto
volvía al campanario de los grillos,
allí en la soledad, no urdió quedarse
en esos ojos que rondaban niños.

Y un día lo encontraron boca abajo del alba.
Nadie le vio el silencio donde quedó dormido.
Los gallos madrugaron con el canto a media asta.
Las últimas estrellas molían el rocío.
Dicen que su cabeza jugueteaba en la acequia
y que el agua llevaba su estupor por el limo.
La mañana inocente se calzaba la escarcha.
El día pestañeaba sus pájaros invictos.

Lo esperó la guitarra, sombra allá de la muerte,
donde su cancionero se había vuelto río.

Armando Tejada Gómez: Los compadres del horizonte (1961)

Versións:
Armando Tejada Gómez e Óscar Matus: Memoria del guitarrero / Vidala y muerte*; Testimonial del nuevo cancionero; 1965; Cara B, Corte 3



*[O recitativo deste poema está seguido pola canción Vidala y muerte, de Armando Tejada Gómez e Óscar Matus, na voz deste último.]
**[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta anterior para evitar duplicidades.]