Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.
Y sin embrago me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.
Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con extrañeza las miro
como si fueran ajenas.
Vendrán los cuatro balazos
y con los cuatro el olvido;
lo dijo el sabio Merlín:
morir es haber nacido.
¡Cuánta cosa en su camino
estos ojos habrán visto!
Quién sabe lo que verán
después que me juzgue cristo.
Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Juan Sosa: Milonga de Manuel Flores; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 7
Vitor Ramil: Milonga de Manuel Flores; Délibáb; 2010; Pista 9
viernes, 28 de octubre de 2016
miércoles, 26 de octubre de 2016
En Ávila está reunida
Segunda parte
Luis López Álvarez: Los Comuneros (1972)
Versións:
Nuevo Mester de Juglaría: Encuentro con la Reina Juana; Pista 5
Ley de Tordesillas; Pista 6
Carlos I condena a los comuneros*; Los Comuneros; 1976; Pista 7
Lujuria: El morado comunero; Y la yesca arderá; 2006; Pista 8
*[A versión musical do grupo Nuevo Mester de Juglaría remata con parte do poema En el campo comunero, pertencente á terceira parte da obra Los Comuneros de Luis López Álvarez, do ano 1972.]
Luis López Álvarez: Los Comuneros (1972)
Versións:
Nuevo Mester de Juglaría: Encuentro con la Reina Juana; Pista 5
Ley de Tordesillas; Pista 6
Carlos I condena a los comuneros*; Los Comuneros; 1976; Pista 7
Lujuria: El morado comunero; Y la yesca arderá; 2006; Pista 8
*[A versión musical do grupo Nuevo Mester de Juglaría remata con parte do poema En el campo comunero, pertencente á terceira parte da obra Los Comuneros de Luis López Álvarez, do ano 1972.]
jueves, 20 de octubre de 2016
Milonga de los morenos
Alta la voz y animosa
como si cantara flor,
hoy, caballeros, le canto
a la gente de color.
Marfil negro los llamaban
los ingleses y holandeses
que aquí los desembarcaron
al cabo de largos meses.
En el barrio de Retiro
hubo mercado de esclavos;
de buena disposición
y muchos salieron bravos.
De su tierra de leones
se olvidaron como niños
y aquí los aquerenciaron
la costumbre y los cariños.
Cuando la patria nació
una mañana de Mayo,
el gaucho sólo sabía
hacer la guerra a caballo.
Alguien pensó que los negros
no eran ni zurdos ni ajenos
y se formó el Regimiento
de Pardos y de Morenos.
El sufrido regimiento
que llevó el número seis
y del que dijo Ascasubi:
“Más bravo que gallo inglés”.
Y así fue que en la otra banda
esa morenada, al grito
de Soler, atropelló
en la carga del Cerrito.
Martín Fierro mató a un negro
y es casi como si hubiera
matado a todos. Sé de uno
que murió por la bandera.
De tarde en tarde en el Sur
me mira un rostro moreno,
trabajado por los años
y a la vez triste y sereno.
¿A qué cielo de tambores
y siestas largas se han ido?
Se los ha llevado el tiempo,
el tiempo, que es el olvido.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Jairo: Milonga de marfil negro; Jairo canta a Borges; 1975; Pista 6
Jairo: Milonga de marfil negro; Puro Jairo. Canciones: 1970-2001; 2001; Pista 6
(Reedición da versión do disco Jairo canta a Borges, do ano 1975.)
Vitor Ramil e Caetano Veloso: Milonga de los morenos; Délibáb; 2010; Pista 3
como si cantara flor,
hoy, caballeros, le canto
a la gente de color.
Marfil negro los llamaban
los ingleses y holandeses
que aquí los desembarcaron
al cabo de largos meses.
En el barrio de Retiro
hubo mercado de esclavos;
de buena disposición
y muchos salieron bravos.
De su tierra de leones
se olvidaron como niños
y aquí los aquerenciaron
la costumbre y los cariños.
Cuando la patria nació
una mañana de Mayo,
el gaucho sólo sabía
hacer la guerra a caballo.
Alguien pensó que los negros
no eran ni zurdos ni ajenos
y se formó el Regimiento
de Pardos y de Morenos.
El sufrido regimiento
que llevó el número seis
y del que dijo Ascasubi:
“Más bravo que gallo inglés”.
Y así fue que en la otra banda
esa morenada, al grito
de Soler, atropelló
en la carga del Cerrito.
Martín Fierro mató a un negro
y es casi como si hubiera
matado a todos. Sé de uno
que murió por la bandera.
De tarde en tarde en el Sur
me mira un rostro moreno,
trabajado por los años
y a la vez triste y sereno.
¿A qué cielo de tambores
y siestas largas se han ido?
Se los ha llevado el tiempo,
el tiempo, que es el olvido.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Jairo: Milonga de marfil negro; Jairo canta a Borges; 1975; Pista 6
Jairo: Milonga de marfil negro; Puro Jairo. Canciones: 1970-2001; 2001; Pista 6
(Reedición da versión do disco Jairo canta a Borges, do ano 1975.)
Vitor Ramil e Caetano Veloso: Milonga de los morenos; Délibáb; 2010; Pista 3
martes, 18 de octubre de 2016
El espejo en la acequia
Ella tenía un sueño de blusas para el sábado
y yo no lo sabía.
Me deben ese sueño. Yo también se lo debo.
Con la fatiga al hombro, cruzábamos la viña.
Ella tenía un sueño de pollera estampada,
pero yo no sabía.
Andábamos ganando uno que otro centavo:
cierto pan necesario que mi madre partía.
Etelvina Tejada, nos deben ese sueño,
ese trecho de insomnio clavado en nuestra vida.
La andaba atravesando toda la adolescencia
y yo no lo sabía.
Tenía un modo raro de mirarse en la acequia,
pero yo ¿qué sabía?.
Armando Tejada Gómez: Luz de entonces* (1963)
Versións:
Armando Tejada Gómez: El espejo en la acequia; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado B, Corte 13
Susana Castro: El espejo en la acequia; Olor a tierra mojada; 2000; Pista 12
*[Inédita. Aparece incluida como un capítulo independente dentro da obra Profeta en su tierra, do ano 1968.]
**[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta actual para evitar duplicidades.]
y yo no lo sabía.
Me deben ese sueño. Yo también se lo debo.
Con la fatiga al hombro, cruzábamos la viña.
Ella tenía un sueño de pollera estampada,
pero yo no sabía.
Andábamos ganando uno que otro centavo:
cierto pan necesario que mi madre partía.
Etelvina Tejada, nos deben ese sueño,
ese trecho de insomnio clavado en nuestra vida.
La andaba atravesando toda la adolescencia
y yo no lo sabía.
Tenía un modo raro de mirarse en la acequia,
pero yo ¿qué sabía?.
Armando Tejada Gómez: Luz de entonces* (1963)
Versións:
Armando Tejada Gómez: El espejo en la acequia; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado B, Corte 13
Susana Castro: El espejo en la acequia; Olor a tierra mojada; 2000; Pista 12
*[Inédita. Aparece incluida como un capítulo independente dentro da obra Profeta en su tierra, do ano 1968.]
**[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta actual para evitar duplicidades.]
lunes, 17 de octubre de 2016
Milonga de Jacinto Chiclana
Me acuerdo. Fue en Balvanera,
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.
Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo;
los años nos dejan ver
el entrevero y el brillo.
Quién sabe por que razón,
me anda buscando ese nombre;
me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.
Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.
Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra;
nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.
Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera,
y aquella muerte casual
en una esquina cualquiera.
No veo los rasgos. Veo,
bajo el farol amarillo,
el choque de hombres o sombras
y esa víbora, el cuchillo.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Jorge Luis Borges: Milonga de Jacinto Chiclana; Jorge Luis Borges por él mismo; 1967; Lado 2, Corte 3
Juan Sosa: Jacinto Chiclana; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 3
Jorge Luis Borges: Milonga de Jacinto Chiclana; Borges por él mismo; 2002; Pista 10
(Reedición da versión do disco Jorge Luis Borges por él mismo, do ano 1967.)
Ricardo Panissa: Jacinto Chiclana; Mano de obra; 2003;
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.
Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo;
los años nos dejan ver
el entrevero y el brillo.
Quién sabe por que razón,
me anda buscando ese nombre;
me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.
Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.
Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra;
nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.
Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera,
y aquella muerte casual
en una esquina cualquiera.
No veo los rasgos. Veo,
bajo el farol amarillo,
el choque de hombres o sombras
y esa víbora, el cuchillo.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Jorge Luis Borges: Milonga de Jacinto Chiclana; Jorge Luis Borges por él mismo; 1967; Lado 2, Corte 3
Juan Sosa: Jacinto Chiclana; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 3
Jorge Luis Borges: Milonga de Jacinto Chiclana; Borges por él mismo; 2002; Pista 10
(Reedición da versión do disco Jorge Luis Borges por él mismo, do ano 1967.)
Ricardo Panissa: Jacinto Chiclana; Mano de obra; 2003;
jueves, 13 de octubre de 2016
Cuando toque el olvido
A Úrsula y Mario Aciar
Aquí en los palomares de la nieve,
Junto a la luz que asume las más altas miradas
El Famatina brota por árboles de luna,
Donde vienen las nubes, a desandar lo andado.
Es aquí,
Donde al tiempo de la estación madura,
Elabora el verano sus fértiles arropes
Desparramando al aire su trigo de cigarras.
Y orillando su sombra de corazón de hierro
Mira sus venas ciegas desangrarse en el limo,
Como un alambre puro y anchamente mojado.
Que abierto en barriletes floridos de esmeralda,
Clavetea las uñas de los algarrobales.
Y trazando multiformes garabatos de savia
Sube a las rojas mieles pedregosas del higo,
Se enreda al cascabel forestal de las nueces
Y amagando bagualas
Se asoma en la pupila liquen de los racimos.
Por el hueco misterio de su abeja de fuego,
El Famatina crece.
De su cúpula, cóndores
Parten hacia las reses;
De su panal de plata,
Parten sueños de siglos.
Y el Famatina crece
Como una sangre cierta,
Por entre silenciosas campanas de sonido:
Leche adentro del oro;
Trueno adentro del vidrio
Alcancía celeste: mirador de los días.
Por el revés del tiempo yo regreso a la fruta
En tu orilla de piedra quiero sembrar mis huesos.
Y amanecer en polen
Cuando toque el olvido.
Ariel Ferraro: La Rioja innominada (1960)
Versións:
Ariel Ferraro: Cuando toque el olvido; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 5
Aquí en los palomares de la nieve,
Junto a la luz que asume las más altas miradas
El Famatina brota por árboles de luna,
Donde vienen las nubes, a desandar lo andado.
Es aquí,
Donde al tiempo de la estación madura,
Elabora el verano sus fértiles arropes
Desparramando al aire su trigo de cigarras.
Y orillando su sombra de corazón de hierro
Mira sus venas ciegas desangrarse en el limo,
Como un alambre puro y anchamente mojado.
Que abierto en barriletes floridos de esmeralda,
Clavetea las uñas de los algarrobales.
Y trazando multiformes garabatos de savia
Sube a las rojas mieles pedregosas del higo,
Se enreda al cascabel forestal de las nueces
Y amagando bagualas
Se asoma en la pupila liquen de los racimos.
Por el hueco misterio de su abeja de fuego,
El Famatina crece.
De su cúpula, cóndores
Parten hacia las reses;
De su panal de plata,
Parten sueños de siglos.
Y el Famatina crece
Como una sangre cierta,
Por entre silenciosas campanas de sonido:
Leche adentro del oro;
Trueno adentro del vidrio
Alcancía celeste: mirador de los días.
Por el revés del tiempo yo regreso a la fruta
En tu orilla de piedra quiero sembrar mis huesos.
Y amanecer en polen
Cuando toque el olvido.
Ariel Ferraro: La Rioja innominada (1960)
Versións:
Ariel Ferraro: Cuando toque el olvido; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 5
miércoles, 12 de octubre de 2016
Milonga de Don Nicanor Paredes
Venga un rasgueo y ahora,
con el permiso de ustedes,
le estoy cantando, señores,
a don Nicanor Paredes.
No lo vi rígido y muerto
ni siquiera lo vi enfermo;
lo veo con paso firme
pisar su feudo, Palermo.
El bigote un poco gris
pero en los ojos el brillo
y cerca del corazón
el bultito del cuchillo.
El cuchillo de esa muerte
de la que no le gustaba
hablar; alguna desgracia
de cuadreras o de taba.
De atrio, más bien. Fue caudillo,
si no me marra la cuenta,
allá por los tiempos bravos
del ochocientos noventa.
Lacia y dura la melena
y aquel empaque de toro;
la chalina sobre el hombro
y el rumboso anillo de oro.
Entre sus hombres había
muchos de valor sereno;
Juan Muraña y aquel Suárez
apellidado el Chileno.
Cuando entre esa gente mala
se armaba algún entrevero
él lo paraba de golpe,
de un grito o con el talero.
Varón de ánimo parejo
en la buena o en la mala;
“en casa del jabonero
el que no cae refala”.
Sabía contar sucedidos,
al compás de la vihuela,
de las casas de Junín
y de las carpas de Adela.
Ahora está muerto y con él
cuánta memoria se apaga
de aquel Palermo perdido
del baldío y de la daga.
Ahora está muerto y me digo:
¿Qué hará usted, don Nicanor,
en un cielo sin caballos
ni envido, retruco y flor?
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Juan Sosa: A Don Nicanor Paredes; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 14
Jairo: A Don Nicanor Paredes; Borges & Piazzola: tangos & milongas; 1998; Pista 5
con el permiso de ustedes,
le estoy cantando, señores,
a don Nicanor Paredes.
No lo vi rígido y muerto
ni siquiera lo vi enfermo;
lo veo con paso firme
pisar su feudo, Palermo.
El bigote un poco gris
pero en los ojos el brillo
y cerca del corazón
el bultito del cuchillo.
El cuchillo de esa muerte
de la que no le gustaba
hablar; alguna desgracia
de cuadreras o de taba.
De atrio, más bien. Fue caudillo,
si no me marra la cuenta,
allá por los tiempos bravos
del ochocientos noventa.
Lacia y dura la melena
y aquel empaque de toro;
la chalina sobre el hombro
y el rumboso anillo de oro.
Entre sus hombres había
muchos de valor sereno;
Juan Muraña y aquel Suárez
apellidado el Chileno.
Cuando entre esa gente mala
se armaba algún entrevero
él lo paraba de golpe,
de un grito o con el talero.
Varón de ánimo parejo
en la buena o en la mala;
“en casa del jabonero
el que no cae refala”.
Sabía contar sucedidos,
al compás de la vihuela,
de las casas de Junín
y de las carpas de Adela.
Ahora está muerto y con él
cuánta memoria se apaga
de aquel Palermo perdido
del baldío y de la daga.
Ahora está muerto y me digo:
¿Qué hará usted, don Nicanor,
en un cielo sin caballos
ni envido, retruco y flor?
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Juan Sosa: A Don Nicanor Paredes; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 14
Jairo: A Don Nicanor Paredes; Borges & Piazzola: tangos & milongas; 1998; Pista 5
lunes, 10 de octubre de 2016
Como una sombra dulce
Este trinchante oscuro,
este espejo callado entre biseles,
estos leones negros que miran sin ser buenos ni malos
y ofrecen en sofás, repujados,
cuernos de una fortuna rebalsante de frutos
que nunca probaremos;
esta mesa rayada, huesosa por el uso,
llena de navidades que se lloran casi angelicamente,
todo esto, digo,
viene a mi corazón y lo enternece.
Lo pone blando. Se le entraña
y le asienta de golpe
la azulina memoria de la infancia.
Entonces yo camino mi lagrimeante sangre.
Reconstruyo esos días
como láminas de oro.
Cada niño era un astro dulcemente caído.
Aquél era un bejuco increíble y al aire
y éste un agua entre álamos
calcando un cielo viejo.
Era todo eso.
Y era también la madre.
(Un helecho recuerda todavía
cómo fueron de tenues sus caricias.
Un helecho de tul que vuelve desde el cielo
y nos crece sonoro entre pequeños ángeles
montados y volando sobre un cisne de greda en la maceta.)
Era la madre, entonces.
La de los años nuevos.
La que nos venía a ver desde sus muebles
en los que había quedado adormecida
y por donde vagaban recordándose
las manos rosas de su casamiento.
Desde esos muebles hondos
las almendras con ella;
desde el júbilo largo, los yaravíes con ella,
y las zambas airosas, con ella. Y más con ella
la glicina soltando sus crespones de olvido.
Por allí regresaba.
Salía de esa madera invisible y palpable
como una sombra dulce.
Un recuerdo carnoso, parecía.
Un regreso de luz aquerenciada, era.
Venía como de lejos entre espejos insomnes
con la suavidad de los cielos dormidos.
Salía desde sus muebles
igual que desde un bosque
labrado por volutas de pájaros.
Un viajero levísimo,
un viajero que nunca se nos fue, era ella.
Por eso es que sentimos que la vida
nos toca con sus manos todavía.
Manuel José Castilla: Andenes al ocaso (1967)
Versións:
Manuel José Castilla: Como una sombra dulce; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 2
este espejo callado entre biseles,
estos leones negros que miran sin ser buenos ni malos
y ofrecen en sofás, repujados,
cuernos de una fortuna rebalsante de frutos
que nunca probaremos;
esta mesa rayada, huesosa por el uso,
llena de navidades que se lloran casi angelicamente,
todo esto, digo,
viene a mi corazón y lo enternece.
Lo pone blando. Se le entraña
y le asienta de golpe
la azulina memoria de la infancia.
Entonces yo camino mi lagrimeante sangre.
Reconstruyo esos días
como láminas de oro.
Cada niño era un astro dulcemente caído.
Aquél era un bejuco increíble y al aire
y éste un agua entre álamos
calcando un cielo viejo.
Era todo eso.
Y era también la madre.
(Un helecho recuerda todavía
cómo fueron de tenues sus caricias.
Un helecho de tul que vuelve desde el cielo
y nos crece sonoro entre pequeños ángeles
montados y volando sobre un cisne de greda en la maceta.)
Era la madre, entonces.
La de los años nuevos.
La que nos venía a ver desde sus muebles
en los que había quedado adormecida
y por donde vagaban recordándose
las manos rosas de su casamiento.
Desde esos muebles hondos
las almendras con ella;
desde el júbilo largo, los yaravíes con ella,
y las zambas airosas, con ella. Y más con ella
la glicina soltando sus crespones de olvido.
Por allí regresaba.
Salía de esa madera invisible y palpable
como una sombra dulce.
Un recuerdo carnoso, parecía.
Un regreso de luz aquerenciada, era.
Venía como de lejos entre espejos insomnes
con la suavidad de los cielos dormidos.
Salía desde sus muebles
igual que desde un bosque
labrado por volutas de pájaros.
Un viajero levísimo,
un viajero que nunca se nos fue, era ella.
Por eso es que sentimos que la vida
nos toca con sus manos todavía.
Manuel José Castilla: Andenes al ocaso (1967)
Versións:
Manuel José Castilla: Como una sombra dulce; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 2
domingo, 9 de octubre de 2016
Milonga de Albornoz
Alguien ya contó los días,
Alguien ya sabe la hora,
Alguien para Quien no hay
ni premuras ni demora.
Albornoz pasa silbando
una milonga entrerriana;
bajo el ala del chambergo
sus ojos ven la mañana,
la mañana de este día
del ochocientos noventa;
en el bajo del Retiro
ya le han perdido la cuenta
de amores y de trucadas
hasta el alba y de entreveros
a fierro con los sargentos,
con propios y forasteros.
Se la tienen bien jurada
más de un taura y más de un pillo;
en una esquina del sur
lo está esperando un cuchillo.
No un cuchillo sino tres,
antes de clarear el día
se le vinieron encima
y el hombre se defendía.
Un acero entró en el pecho,
ni se le movió la cara;
Alejo Albornoz murió
como si no le importara.
Pienso que le gustaría
saber que hoy anda su historia
en una milonga. El tiempo
es olvido y es memoria.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Cuarteto Cedrón*: Milonga de Albornoz; Gotán; 1967; Lado A, Corte 4
Cuarteto Cedrón: Milonga de Albornoz; Arrabal salvaje; 1982; Pista 5
(Reedición da versión do disco Gotán, do ano 1967.)
Juan Sosa: Milonga de Albornoz; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 5
Vitor Ramil: Milonga de Albornoz; Délibáb; 2010; Pista 1
*[Disco editado como Juan Cedrón Trío.]
Alguien ya sabe la hora,
Alguien para Quien no hay
ni premuras ni demora.
Albornoz pasa silbando
una milonga entrerriana;
bajo el ala del chambergo
sus ojos ven la mañana,
la mañana de este día
del ochocientos noventa;
en el bajo del Retiro
ya le han perdido la cuenta
de amores y de trucadas
hasta el alba y de entreveros
a fierro con los sargentos,
con propios y forasteros.
Se la tienen bien jurada
más de un taura y más de un pillo;
en una esquina del sur
lo está esperando un cuchillo.
No un cuchillo sino tres,
antes de clarear el día
se le vinieron encima
y el hombre se defendía.
Un acero entró en el pecho,
ni se le movió la cara;
Alejo Albornoz murió
como si no le importara.
Pienso que le gustaría
saber que hoy anda su historia
en una milonga. El tiempo
es olvido y es memoria.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Cuarteto Cedrón*: Milonga de Albornoz; Gotán; 1967; Lado A, Corte 4
Cuarteto Cedrón: Milonga de Albornoz; Arrabal salvaje; 1982; Pista 5
(Reedición da versión do disco Gotán, do ano 1967.)
Juan Sosa: Milonga de Albornoz; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 5
Vitor Ramil: Milonga de Albornoz; Délibáb; 2010; Pista 1
*[Disco editado como Juan Cedrón Trío.]
sábado, 8 de octubre de 2016
Arcángel de los días
I
Musical, pero simple lo mismo que una flauta,
Así es esta paciencia dolida de tu nombre.
Cuántas veces la dije.
La llevé en mi silencio
Y la alumbré en la luz cordial de mi entusiasmo.
Y hasta jugué con ella, lo mismo que algún niño,
Que modela figuras
Con un trozo de alambre.
Su aire está en mi aire
Y su imagen se forma,
De lágrimas sonrientes
De sudor y batallas.
Y duele sobre el mío
Porque en él se clavó desolado y sangrante.
Tiradme con un eco de su vientre difícil,
Que entre mi voz haré
Monedas musicales.
Echad sobre la herida inventada en mis manos,
Un poco de su tierra
Feroz y aventurera;
Que entonces,
Ah, entonces!...
Las ardidas palabras que guardé tantos años
Me brotarán desnudas en aires de vidalas
Para decir cantando
Su raro abecedario.
II
Decidle al guitarrero
Que va horadando noches con sus amargas coplas,
Que yo voy hacia él, para cantar como él.
Y hermanar entre sombras su voz con mi deseo.
Que yo voy hacia él,
A buscar la espaciosa palabra alucinada
Con que mejor se pueda
Señalar esta tierra.
Yo vengo de los simples y difíciles arbustos,
En donde el abultado silencio de los troncos
Delimita en las noches la música del miedo.
Donde los jarillales simulan abejorros
Y sacuden la piedra con sus manos de selva.
Y el agua hecha pedazos, en los tiempos mejores,
Dejó su rastro verde, entre el cuarzo y la greda.
Yo vi rodar las bestias con ojos de perfidia
Vi cómo las colinas engrillaban de nieve
A las majadas mansas, y al hombre forastero.
Oh! brutal epopeya de la tierra hechicera.
Yo que he visto sus moles más arriba del cuello,
Por su risco barbado
Por su abismo sonoro
Por su entraña de estrella
Por la muerte y la niebla
Digo:
Que eres hermana
Del infierno y el cielo.
IV
Cómo no recordar donde estaba el principio;
El pequeño principio
De estas soberbias cosas
Yo fui antes que el liquen, la sal y las arenas,
Tal vez antes que Dios pintara los caminos.
Epicentros informes rodeaban mi cabeza,
Horizontes de sed acodaban distancias.
Pero un día la anchura se vestía de anchura,
Y el humo arrodillaba su condición de humo,
Se achicaban las sombras y alumbraban las cosas.
Débiles esqueletos con mutación de asombro,
Con sustancia total, entre los pulsos ciegos:
Y nacía la savia biológica del polen.
A lo lejos, crecían catedrales de piedra
Y llanuras desnudas, extrañas y lejanas.
Era el alumbramiento servicial de la greda,
Que llamaba a la luz, para encantar las manos!
De allí la eternidad de este rostro sin rostro,
Ecuación musical, de razón perdurable.
Era el alumbramiento servicial de la greda,
Que llamaba a la luz para encantar las manos.
... Y mi nombre,
En la orilla de su alto crecimiento,
Aprendiendo su voz, para un día cantarla.
Ariel Ferraro: Serenata de greda (1953)
Versións:
Ariel Ferraro: Arcángel de los días; Lado A, Corte 6
El guitarrero; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 7
Musical, pero simple lo mismo que una flauta,
Así es esta paciencia dolida de tu nombre.
Cuántas veces la dije.
La llevé en mi silencio
Y la alumbré en la luz cordial de mi entusiasmo.
Y hasta jugué con ella, lo mismo que algún niño,
Que modela figuras
Con un trozo de alambre.
Su aire está en mi aire
Y su imagen se forma,
De lágrimas sonrientes
De sudor y batallas.
Y duele sobre el mío
Porque en él se clavó desolado y sangrante.
Tiradme con un eco de su vientre difícil,
Que entre mi voz haré
Monedas musicales.
Echad sobre la herida inventada en mis manos,
Un poco de su tierra
Feroz y aventurera;
Que entonces,
Ah, entonces!...
Las ardidas palabras que guardé tantos años
Me brotarán desnudas en aires de vidalas
Para decir cantando
Su raro abecedario.
II
Decidle al guitarrero
Que va horadando noches con sus amargas coplas,
Que yo voy hacia él, para cantar como él.
Y hermanar entre sombras su voz con mi deseo.
Que yo voy hacia él,
A buscar la espaciosa palabra alucinada
Con que mejor se pueda
Señalar esta tierra.
Yo vengo de los simples y difíciles arbustos,
En donde el abultado silencio de los troncos
Delimita en las noches la música del miedo.
Donde los jarillales simulan abejorros
Y sacuden la piedra con sus manos de selva.
Y el agua hecha pedazos, en los tiempos mejores,
Dejó su rastro verde, entre el cuarzo y la greda.
Yo vi rodar las bestias con ojos de perfidia
Vi cómo las colinas engrillaban de nieve
A las majadas mansas, y al hombre forastero.
Oh! brutal epopeya de la tierra hechicera.
Yo que he visto sus moles más arriba del cuello,
Por su risco barbado
Por su abismo sonoro
Por su entraña de estrella
Por la muerte y la niebla
Digo:
Que eres hermana
Del infierno y el cielo.
IV
Cómo no recordar donde estaba el principio;
El pequeño principio
De estas soberbias cosas
Yo fui antes que el liquen, la sal y las arenas,
Tal vez antes que Dios pintara los caminos.
Epicentros informes rodeaban mi cabeza,
Horizontes de sed acodaban distancias.
Pero un día la anchura se vestía de anchura,
Y el humo arrodillaba su condición de humo,
Se achicaban las sombras y alumbraban las cosas.
Débiles esqueletos con mutación de asombro,
Con sustancia total, entre los pulsos ciegos:
Y nacía la savia biológica del polen.
A lo lejos, crecían catedrales de piedra
Y llanuras desnudas, extrañas y lejanas.
Era el alumbramiento servicial de la greda,
Que llamaba a la luz, para encantar las manos!
De allí la eternidad de este rostro sin rostro,
Ecuación musical, de razón perdurable.
Era el alumbramiento servicial de la greda,
Que llamaba a la luz para encantar las manos.
... Y mi nombre,
En la orilla de su alto crecimiento,
Aprendiendo su voz, para un día cantarla.
Ariel Ferraro: Serenata de greda (1953)
Versións:
Ariel Ferraro: Arcángel de los días; Lado A, Corte 6
El guitarrero; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 7
miércoles, 5 de octubre de 2016
Milonga de Calandria
Servando Cardoso el nombre
y Ño Calandria el apodo;
no lo sabrán olvidar
los años, que olvidan todo.
No era un científico de esos
que usan arma de gatillo;
era su gusto jugarse
en el baile del cuchillo.
Cuántas veces en Montiel
lo habrá visto la alborada
en brazos de una mujer
ya tenida y ya olvidada.
El arma de su afición
era el facón caronero.
Fueron una sola cosa
el cristiano y el acero.
Bajo el alero de sombra
o en el rincón de la parra,
las manos que dieron muerte
sabían templar la guitarra.
Fija la vista en los ojos,
era capaz de parar
el hachazo más taimado.
¡Feliz quien lo vio pelear!
No tan felices aquellos
cuyo recuerdo postrero
fue la brusca arremetida
y la entrada del acero.
Siempre la selva y el duelo,
pecho a pecho y cara a cara.
Vivió matando y huyendo.
Vivió como si soñara.
Se cuenta que una mujer
fue y lo entregó a la partida;
a todos, tarde o temprano,
nos va entregando la vida.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Jairo: Milonga de Calandria; Jairo canta a Borges; 1975; Pista 3
Juan Sosa: Milonga de Calandria; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 10
Jairo: Milonga de Calandria; Puro Jairo. Canciones: 1970-2001; 2001; CD4, Pista 1
(Reedición da versión do disco Jairo canta a Borges, do ano 1975.)
y Ño Calandria el apodo;
no lo sabrán olvidar
los años, que olvidan todo.
No era un científico de esos
que usan arma de gatillo;
era su gusto jugarse
en el baile del cuchillo.
Cuántas veces en Montiel
lo habrá visto la alborada
en brazos de una mujer
ya tenida y ya olvidada.
El arma de su afición
era el facón caronero.
Fueron una sola cosa
el cristiano y el acero.
Bajo el alero de sombra
o en el rincón de la parra,
las manos que dieron muerte
sabían templar la guitarra.
Fija la vista en los ojos,
era capaz de parar
el hachazo más taimado.
¡Feliz quien lo vio pelear!
No tan felices aquellos
cuyo recuerdo postrero
fue la brusca arremetida
y la entrada del acero.
Siempre la selva y el duelo,
pecho a pecho y cara a cara.
Vivió matando y huyendo.
Vivió como si soñara.
Se cuenta que una mujer
fue y lo entregó a la partida;
a todos, tarde o temprano,
nos va entregando la vida.
Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)
Versións:
Jairo: Milonga de Calandria; Jairo canta a Borges; 1975; Pista 3
Juan Sosa: Milonga de Calandria; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 10
Jairo: Milonga de Calandria; Puro Jairo. Canciones: 1970-2001; 2001; CD4, Pista 1
(Reedición da versión do disco Jairo canta a Borges, do ano 1975.)
domingo, 2 de octubre de 2016
Lúa descolorida
Lúa descolorida
como cor de ouro pálido,
vesme i eu non quixera
me vises de tan alto.
Ó espaso que recorres,
lévame, caladiña, nun teu raio.
Astro das almas orfas,
lúa descolorida,
eu ben sei que n’alumas
tristeza cal a miña.
Vai contalo ó teu dono,
e dille que me leve adonde habita.
Mais non lle contes nada,
descolorida lúa,
pois nin neste nin noutros
mundos teréi fortuna.
Se sabes onde a norte
ten a morada escura,
dille que corpo e alma xuntamente
me leve adonde non recorden nunca,
nin no mundo en que estóu nin nas alturas.
Rosalía de Castro: Follas Novas (1880)
Versións:
Dolores Plata: Lúa descolorida; Lúa descolorida; 1985; Cara A, Corte 1
Narf: Lúa descolorida; Nas tardes escuras; 2013; Pista 7
O val das mouras: Lúa descolorida; Rosalía; 2015; Pista 3
como cor de ouro pálido,
vesme i eu non quixera
me vises de tan alto.
Ó espaso que recorres,
lévame, caladiña, nun teu raio.
Astro das almas orfas,
lúa descolorida,
eu ben sei que n’alumas
tristeza cal a miña.
Vai contalo ó teu dono,
e dille que me leve adonde habita.
Mais non lle contes nada,
descolorida lúa,
pois nin neste nin noutros
mundos teréi fortuna.
Se sabes onde a norte
ten a morada escura,
dille que corpo e alma xuntamente
me leve adonde non recorden nunca,
nin no mundo en que estóu nin nas alturas.
Rosalía de Castro: Follas Novas (1880)
Versións:
Dolores Plata: Lúa descolorida; Lúa descolorida; 1985; Cara A, Corte 1
Narf: Lúa descolorida; Nas tardes escuras; 2013; Pista 7
O val das mouras: Lúa descolorida; Rosalía; 2015; Pista 3
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