sábado, 29 de junio de 2024

La palabra o la vida

Escuchad, de hombre a hombre,
en las mares violentas que navegar nos toca
rebasado el eclipse del terror en la boca,
los instantes del mundo llamados por su nombre.

Escuchad la palabra que hace frente a la muerte
por amor a la vida.
Escuchad la palabra que no ha sido vencida
a pesar de que vive de espaldas a la suerte.

Mientras cae una lluvia que la tierra sedienta
hasta los huesos cala,
el vientre de la tierra se extiende como un ala,
y el rayo que ha hecho blanco desploma la tormenta.

Se ha llegado hasta el límite del sufrimiento humano,
y la evasión no existe.
La vida que aún hay dentro del hombre se resiste
a no saber de un mundo que alcanza con la mano.

Escuchad la palabra
que repite sin tregua la verdad de las cosas;
la palabra que engendra tempestades y rosas
para que la clausura de los ojos se abra.

Hasta el árbol más firme tiembla de pies a cabeza
y las puertas dan golpes cada vez más violentos.
Como el perro y el gato, las aguas y los vientos
se erizan al contacto de la naturaleza.

La libertad dormida por fin ha despertado.
Levanta el tiempo el ancla para seguir su ruta,
y la mirada, libre de toda nube, escruta
el más amplio horizonte que el sol ha iluminado

Escuchad la palabra que del alma despega
para que sean claros los caminos oscuros.
Escuchad la palabra que atraviesa los muros
porque es algo de todos, y al corazón nos llega.

A su paso la bruma se vuelve fugitiva
y se mueven las tierras sin que un dios las sacuda;
el más hondo secreto del ayer se desnuda
y la voz de los vientos se levanta agresiva

Los pueblos que han llegado con su dolor muy lejos
en las entrañas cantan un júbilo inminente.
Una nueva alegría pone clara la frente
y limpia las pupilas hasta hacerlas espejos.

Escuchad la palabra que la forma dibuja
de la vida más bella.
Escuchad la palabra que a viajar nos empuja
por encima del pájaro, más allá de la estrella.

Agustín Millares Sall: Poesía unánime (1944-1966) (1966)

Versións:

Agustín Millares Sall: La palabra o la vida; Poesía unánime (1944-1966); 1978; Cara A, Corte 1




Agustín Millares Sall: La palabra o la vida; Antología personal; 1997; Pista 1

(Reedición da versión do disco Poesía unánime, do ano 1966)

miércoles, 26 de junio de 2024

Tristes sucesos

Si Nueva York, que reluce como el oro
y hay edificios con quinientos bares,
aquí dejaré escrito que se hicieron
con el sudor de los cañaverales:
el bananal es un infierno verde
para que en Nueva York beban y bailen.
Y cuando a cinco mil metros de altura
van los chilenos escupiendo sangre
para mandar el cobre a Nueva York
los bolivianos se desploman de hambre
arañando las cuevas del estaño,
rompiendo las paredes de los Andes,
y el Orinoco desde sus raíces
en el lodo desgrana sus diamantes.
Por tierra panameña que robaron,
por aguas que robaron, van las naves
a Nueva York con el petróleo nuestro,
con los arrebatados minerales
que con gran reverencia les entregan
nuestros condecorados gobernantes.
El azúcar levanta las paredes,
el nitrato de Chile las ciudades,
el café de Brasil compra las camas,
el Paraguay les da universidades,
de Colombia reciben esmeraldas,
de Puerto Rico a sus batallas salen
los soldados de aquel pueblo «asociado».
(De esta manera singular combaten:
los norteamericanos dan las armas
y los portorriqueños dan su sangre.)

Pablo Neruda: Canción de gesta (1960)

Versións:

Nacha Guevara: Tristes sucesos; Las Mil y una Nachas; 1973; Disco 2, Cara A, Corte 6




Andrés Jiménez “El Jíbaro”: Tristes sucesos; América canta en vivo; 1998; Pista 9

sábado, 22 de junio de 2024

La invasión gringa

            1
Hoy nadie llegaría.
Pero ellos llegaron.
Sumaban mil doscientos.
Cruzaron el Salado.

Al cruzarlo, afanosos,
lo probaron.
Y los hombres dijeron
—¡Amargo!—
Pero siguieron.
En la espalda traían clavados
dos ojos de fuego,
los de Aarón Castellanos,
salteño.

Los barcos
(uno… dos…
tres… cuatro…)
ya volvían vacíos
camino del Atlántico.
Su carga estaba ahora
en un convoy de carros:
relumbre de guadañas;
desperezos de arados;
hachas, horquillas,
palos;
algún fusil alerta;
algún vaivén de brazos;
nacido en el camino,
algún niño llorando.

El trigo lo traían las mujeres
en el pelo dorado.
Hojas de viejos libros
volaban sobre el campo.

            2
¿Dónde se hallaba el oro,
de todos alabado?.
El oro estaba en un pequeño árbol;
el oro era un engaño;
sólo pequeñas flores
de oro perfumado.
Aromitos floridos,
orillas del Salado.

            3
Los indios
—un indio cada árbol—
iban retrocediendo;
no podían mirarlos.
Los ojos renegridos se cerraban
frente a los ojos claros
que tenían la fuerza
del cielo diáfano.
—“¿Cómo hacer
para ahogarlos?.
Esperemos la noche
tirados en los pastos.
Esperemos la noche
juntadora de pájaros”—.
Con la noche salieron de caza
los ojos malos.
Y se llenó la noche
de pájaros asustados.

Pero del fondo de la tierra
ya subía el milagro:
el linar de las flores azules,
el linar azulado,
donde los ojos gringos
fueron multiplicados.

            4
Un niño que pregunta
cuándo vuelven los barcos.
Una mano de madre que detiene
la pregunta en los labios.
Un hombre con los ojos
clavados en el campo.
Una mujer que escribe:
—Ya llegamos.
Hay árboles enormes;
muchos pájaros;
una cruz en el cielo, luminosa,
un río amargo…

            5
Su lengua era difícil.
Sus nombres eran raros.
Los gauchos se murieron
sin poder pronunciarlos.
Bérlincourt se llamaban,
que es un hilo enredado.
Zíngerling se llamaban:
campanita sonando.
Zimmermann: un dibujo
del mar atravesado.
(Más atrás ya venían
los nombres italianos,
Boncompagni adelante:
el vino derramado).

            6
Una mujer que escribe:
—Nos casamos.
La tierra es nuestra ¡nuestra!.
Todo lo que tocamos
va siendo nuestro:
el buey, el horno, el rancho…
Nuestros todos los árboles;
nuestro un único árbol,
tan grande, tan copioso,
que da gusto mirarlo.
Es una nube verde
asentada en el campo.

            7
Y como todo vuelve
—flor, golondrina, barco…—,
un día serenísimo volvieron
los cantos ahuyentados;
volvieron uno a uno,
como pájaros.
Iban de boca en boca
los pájaros cantando;
de la boca del mozo,
orilla del Salado,
a la boca del hombre
que derribaba el árbol;
de la boca del hombre,
derribando,
a la boca del ama que tejía
con los ojos cerrados.

Del lado “de la tierra”
la música y el canto.
Del lado de Esperanza
el trigal avanzando.

José Pedroni: Monsieur Jacquin (1956)

Versións:

José Pedroni: La invasión gringa; Por él mismo. Sus poemas y su voz; 1967; Lado 1, Corte 2

jueves, 20 de junio de 2024

Trilogía del niño amor

(A Amancio Prada, que canta así a este niño)

            I
De la mano del alba
mi niño viene
la carita tan blanca
como la nieve.
De la mano del aire
mi niño pasa
moviendo las alitas
de las espaldas.
De la mano del tiempo
mi niño ciego
va contando cuentos
que yo me creo.

            II
Que me dejen con mi niño
el de los ojitos chicos
que no quiero yo otro niño...
Que me dejen con mi niño
el de la boquita grande
que no quiero yo otro niño.
Que me dejen con mi niño
El que a mis pechos creció
que no quiero otro, no.

            III
Amigos, no hacer ruido
que mi niño tiene el sueño
pendiente de un hilo.
Amigos, no hacer ruido
que tiene en la frente clara
un pensamiento dormido.
Amigos, mi niño se despertó:
¡Dice que no es mi niño!

Isabel Escudero: Coser y cantar (1984)

Versións:

Amancio Prada: Nana de Cupido; De la mano del aire; 1984; Pista 9




Antonio Selfa: De la mano del alba*; De la mano del alba; 1998; Pista 2



*[A versión musical de Antonio Selfa intercala o poema Cada tarde en el parque, da obra de Isabel Escudero: Coser y cantar, do ano 1984; e unha estrofa engadida polo cantautor.]