sábado, 26 de noviembre de 2016

Muchacho de septiembre

Andar de rigurosa adolescencia,
sumido, inevitable, tropezando,
como buscando qué, que no he perdido,
náufrago fatigado de los parques
Andar así, mirándome yo mismo
y sin tener oficio de mirarme
por solamente ser sólo la vida
con la insolencia del recién llegado.
Uno de pronto, por la sola fuerza
de los días clientes, y las ganas voraces
de ser hombre, pero al todo
por esas cosas sólidas, cabales
entra a mirar el mundo que le toca
a solapear las calles donde pasa
ensimismado y solo, tonto y solo
esquivando la luna de los charcos,
uno que apenas tiene los domingos
algún amigo, un nombre y una madre.
Se pone a meditar muy seriamente
de pronto, por las calles.
Son días a mansalva, largos días
sin puertas ni ventanas
uno va caminando dentro de uno
y ya no hay dios ni diablo que lo pare.
Cuídense de estos ojos que no olvidan,
¡Ojo con esos ojos, más cuidado!
que uno mismo se busca, pero mira
y está jugado, y es inapelable.

Andar de adolescencia en bandolera
es andar de testigo y acusado
por los atardeceres sin orillas
absurdamente ausente de los pájaros
dolido hasta los huesos, dolorido
de las interminables caminatas
con la sangre violentamente inútil,
y con toda la piel desmantelada
adentro de septiembre, ¡muy adentro!,
allí donde su flor crece sin lástima.
Uno no aguanta ya que los silencios
le apaguen las campanas,
pisa en la tierra donde todo vuelve
entra en el viento donde nadie calla,
porque la cosa empieza en esta esquina,
en esta voz empieza, en estas manos,
¡y entonces no me vengan con olvidos,
con bigotes solemnes, con calmantes,
y el impune gendarme establecido,
y el alcanfor letal del funcionario,
y el orden remendado del desorden,
y el guiño corruptor de los culpables!
¡Quietos ahí!, que uno no vino al mundo
tan luego a sostenerle el taparrabos.

Si me sienten pasar, aun aroma,
que va de adolescencia y madrugada
martirizando un tango malherido
violándole los perros a la calle;
si escuchan unos pasos en la noche
como de alguien que va quebrando ramas;
soy yo, que vuelvo de buscar sin tregua
la índole materna de la patria.
Mi rostro exactamente. Yo que vuelvo
de medirme la hombría y su tamaño,
mojado de llorarme en el rocío,
aterido de verme solitario
sin paz, ni pan, ni sitio, ni un oficio
de loco artesano,
discutiéndole a Dios los siete días
que ya no traga nadie
con todo el sin respeto del que reza
y lleva el corazón desocupado.
Soy yo, que vuelvo de mirarme a fondo,
y de ver a través de alguna lágrima
la pobre suerte de los pobres pobres,
de todas las provincias y los barrios,
con ese rostro tierra y generoso
que no atina a comerse la esperanza
y espera no sé qué, ¡que venga Mongo,
para comérsela y ponerse en marcha!

Si me sienten pisar, alta la noche
el territorio de la luna amarga,
si vuelvo como vuelo, amanecido,
a mi parte de madre y de regazo,
no digan "ese era...", como quién dice
"toda ceniza ha sido llamarada",
porque aquí en los naufragios de septiembre,
¡la vida caudalosa monta guardia!


Armando Tejada Gómez: Antología de Juan (1958)

Versións:
Armando Tejada Gómez: Muchacho de septiembre; Canciones y poemas en dirección del viento; 1965; Cara A, Corte 1



Armando Tejada Gómez e Moncho Mieres: Muchacho de septiembre; Cantoral de mi país al sur; 1966; Pista 3



Armando Tejada Gómez: Muchacho de septiembre; Vigencia; 2005; CD1, Pista 13

(Reedición da versión do disco Canciones y poemas en dirección del viento, do ano 1965.)




*[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta actual para evitar duplicidades.]

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