A Eusebia Cosme
«Guasa, Columbia, a conconcó mabó».
La garganta de aguardiente raja en el eco rojizo,
y en la fuga galopante del bongó
hay desorden de sonidos desertores del embriago
y rugiente tableteo del rabioso pacatá.
¿Por qué no viene a la bacha la hija de Yemayá,
la pulposa,
la sabrosa,
la rumbosa y majadera Caridá?
La mulata que maltrata la chancleta chancharosa,
en el roce voluptuoso,
en el paso pesaroso
de su grupa mordisqueante y temblorosa,
tentadora del amor.
La epilepsia rimbombante que revuelve sus entrañas,
el sopor electrizante que le endulza la emoción,
resquebraja su cintura
y la exprime con locura
en la etiópica dulzura del sabroso guaguancó,
que es embrujo en el reflujo de la sangre azucarada
y es espasmo en el marasmo del trepidante bongó.
«Guasa, Columbia, a conconcó mabó».
¿Por qué no viene a la bacha la rumbera Caridá?,
si su risa guarachera de mulata sandunguera,
cuando la rumba delira,
llama, rabia, grita y gira,
percutiendo poderosa sobre el parche del bongó.
En dulce sopor que embriaga de la maga del embó
—este diablo de mulata— resquebraja la cintura
y la exprime con locura en la dulzura del sabroso guaguancó.
«Guasa, Columbia, a conconcó mabó».
¿Por qué no viene a la bacha la hija de Yemayá,
la pulposa,
la sabrosa,
la rumbera, majadera y chancletera Caridá?
Marcelino Arozamena: Canción negra sin color (1966)
Versións:
Luis Carbonell: Caridá; En la poesía afro-americana; 1956; Cara A, Corte 4
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