miércoles, 30 de octubre de 2024

El sueño, la locura, el borracho...

                                        I

Porque si el pájaro
no se escondió en la biblioteca ni en el follaje barroco del retablo,
si huyó del pan, del vino… y del binomio, de las manos
de los arzobispos y los sabios,
si no está en la retorta ni en el vaso sagrado…
tendremos que buscarlo
en el ritmo pendular de la locura, del sueño, del borracho…
el borracho también es un lagarto.
El sueño es un animal fronterizo como los lagartos…
El sueño es un lagarto.
Vive en la frontera de dos grandes peñascos,
no tiene raíces, va de un lado a otro lado,
de la luz a la sombra, de la sombra a la luz… de un peñasco a otro peñasco.
Se agarra del péndulo que oscila entre los mundos que separan la rendija entreabierta de mis párpados
y se mete en el cubo del pozo que tan pronto está arriba como abajo.
En el crepúsculo del sueño nada está firme ni clavado…
y el lagarto
vive fuera del tiempo y del espacio.

Pero el sueño no es un enemigo del hombre como el zorro, es enemigo de la tachuela y del cálculo;
de las duchas heladas y del puñal del amoníaco.
Existen la razón y la aritmética dominando
y el sueño y la locura aherrojados…
La locura también es un lagarto.
Porque el lagarto va y viene también del yelmo a la bacía y de la bacía al yelmo. Y el juez, el cura, Don Fernando,
el burlón, el prestidigitador y el catedrático
ya no sabe ninguno qué es lo que tiene en la cabeza aquel hidalgo.
¿Quién ha gritado baci-yelmo, Sancho?
Baci-yelmo también, es un lagarto.

Preguntad otra vez: ¿Y si estuviésemos ya locos? ¿O si siguiésemos soñando?
¿Si no hubiésemos dejado
de soñar, Segismundo, y el destierro ahora aquí y España allá, en el otro lado
fuesen el juego viejo y nuevo de un dios, no de un rey bárbaro,
el sueño eterno y español de la «caverna y el palacio»?

                    «Yo sueño que estoy aquí,
                    de estas prisiones cargado»…

Si no hubiésemos dejado
de soñar, Segismundo, y alguien después de ti hubiese definitivamente dado
el grito subversivo de ¡Arriba, arriba los lagartos!
Si tú y yo, el místico, el biólogo, el psicólogo y el matemático
ya hubiésemos sacado nuestra espada para defender a los lagartos.
Porque si el pájaro
no se escondió en la biblioteca ni en el follaje barroco del retablo,
si huyó del pan, del vino y del binomio… de las manos
de los arzobispos y los sabios,
si no está en la retorta ni en el vaso sagrado
tendremos que buscarlo
en el ritmo pendular de la locura, del sueño o del borracho…
El borracho también es un lagarto.
Porque tal vez el hombre no sea un animal domesticado que cuenta, que gobierna y que razona sino algo que sueña, que enloquece y que vacila, algo…

                    «¿No pusiste allí un candil?
                    ¿Cómo me parecen dos?»

¿Aquello es un peñasco o dos peñascos?
¿Y si la luz fuese la sombra, la gracia del pecado,
la oración la blasfemia, el cielo el infierno y el otro guijarro?
¿Si el verso, poetas cortesanos,
si el verso no fuese de cristal sino de barro?

¿Si hacia la derecha y hacia la izquierda fuesen solo una vana y estéril disputa de las manos?
¿Si no hubiese boca arriba y boca abajo
y no supiésemos tampoco quien es el que duerme al revés, la lechuza o el murciélago?
¿Si de tanto dar vueltas, de tanto columpiarnos,
de tanto ir y venir del caño al coro y del coro al caño
nos trabucásemos diciendo ¡coño!, pero si no sabemos dónde estamos?
Y ésta es la hora blasfematoria y negra en el reino crepuscular de los lagartos,
la hora en que se apagan las antorchas, las linternas, los faroles urbanos y los faros;
la hora en que se escapan las estrellas por el turbio pantano de los sapos;
la hora en que los letreros de las callejuelas y de las grandes avenidas se desploman, y se desploman los borrachos;
la hora en que nos llevan a la iglesia como a una casa de socorro…
la hora de la camilla, del hisopo y del puñal del amoníaco…
la hora en que nos vuelven a la vida, a la vida otra vez: a la razón y al llanto.
¿Y si la muerte fuese la vida y la vida la muerte, y yo aquí ahora, espatarrado
entre los dos peñascos
no pudiese decir en qué sitio se apoyan mis zapatos?

León Felipe: IV. Los lagartos. Ganarás la luz (1920)

Versións:

León Felipe: Preceptiva poética*; León Felipe por él mismo. Antología poética. Voz Viva de México; VV.7; UNAM-17/18; 1960; Cara A, Corte 1




León Felipe: Preceptiva poética*; León Felipe por él mismo. Antología poética; AMB Discográfica; 1967; Cara A, Corte 1

(Reedición da versión do disco León Felipe por él mismo. Antología poética, do ano 1960.)


León Felipe: Preceptiva poética*; León Felipe y sus intérpretes, Vol.2; 1977; Lado B, Corte 2

(Reedición da versión do disco León Felipe por él mismo. Antología poética, do ano 1960.)


León Felipe: Preceptiva poética*; Voz Viva de México; VV.7; UNAM; 1986; Lado A, Corte 1

(Reedición da versión do disco León Felipe por él mismo. Antología poética, do ano 1960.)


León Felipe: Preceptiva poética*; Antología personal; Colección Visor de Poesía; Libro-CD; 1996; Pista 1

(Reedición da versión do disco León Felipe por él mismo. Antología poética, do ano 1960.)



*[O recitativo deste poema, na voz de León Felipe, está precedido polos poemas Poesía…, Deshaced ese verso e Más bajo, poetas, más bajo, da obra de León Felipe: Versos y oraciones de caminante, do ano 1920; e seguido do recitativo do poema Poeta, da obra de León Felipe: Versos y oraciones de caminante, do ano 1930.]

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