Puedes dejar que caigan
en ti y se disuelvan
los blancos días quietos
los saludos, las cartas
el sabor previsible de las horas que quedan.
Cada mañana el viento
trae sonidos, pasos
conversaciones fáciles
conocidos reflejos
en la luz de estos días podemos apoyarnos.
Pero que hemos de hacer
—no puedes, no podemos—
recibir totalmente cierto infinito peso
la hondura desmedida
el golpe inesperado.
Por pedazos, pequeños fragmentos dolorosos
se reciben entonces
como la lluvia en gotas
como la hoguera en chispas
para no aniquilarnos.
Circe Maia: Presencia diaria (1964)
Versións:
Circe Maia: Los límites; Circe Maia por ella misma; 1970; Lado A, Corte 4
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