(…)
Estampa segunda: Escena VIII
Aparece por la puerta el Conspirador 4.° Es un hombre fuerte: campesino rico. Viste sombrero puntiagudo, de alas de terciopelo, adornado con borlas de seda; chaqueta con bordados y aplicaciones de paño de todos colores en los codos, en la bocamanga y en el cuello. El pantalón de vueltas, sujeto por botones de filigrana, y las polainas, de cuero, abiertas por un costado, dejando ver la pierna. Trae una dulce tristeza varonil. Todos los personajes están en pie cerca de la puerta de entrada. Mariana no oculta su angustia, y mira, ya al recién llegado, ya a don Pedro, con un aire doliente y escrutador.
Conspirador 4°:
¡Caballeros! ¡Doña Mariana!
(Estrecha la mano de Mariana.)
Pedro:
(Impaciente.)
¿Hay noticias?
Conspirador 4°:
¡Tan malas como el tiempo!
Pedro:
¿Qué ha pasado?
Conspirador 1°:
(Irritado.)
Casi lo adivinaba.
Mariana:
(A Pedro.)
¿Te entristeces?
Pedro:
¿Y las gentes de Cádiz?
Conspirador 4°:
Todo en vano.
Hay que estar prevenidos. El Gobierno
por todas partes nos está acechando.
Tendremos que aplazar el alzamiento,
o luchar y morir, de lo contrario.
Pedro:
(Desesperado.)
Yo no sé qué pensar; que tengo abierta
una herida que sangra en mi costado,
y no puedo esperar, señores míos.
Conspirador 3°:
(Fuerte.)
Don Pedro, triunfaremos esperando.
Conspirador 4°:
Nadie quiere una muerte sin provecho.
Pedro:
(Fuerte también.)
Mucho valor me cuesta.
Mariana:
(Asustada.)
¡Hablen más bajo!
(Se pasea.)
Conspirador 4°:
España entera calla, ¡pero vive!
Guarden bien la bandera.
Mariana:
La he mandado
a casa de una vieja amiga mía,
allá en el Albaycín, y estoy temblando.
Quizá estuviera aquí mejor guardada.
Pedro:
¿Y en Málaga?
Conspirador 4°:
En Málaga, un espanto.
Una infamia de González Moreno...
No se puede contar lo que ha pasado.
(Expectación vivísima. Mariana, sentada en el sofá, junto a don Pedro, después de todo el juego que ha realizado, oye anhelante lo que cuenta el Conspirador 4°)
Torrijos, el general
noble, de la frente limpia,
donde se estaban mirando
las gentes de Andalucía,
caballero entre los duques,
corazón de plata fina,
ha sido muerto en las playas
de Málaga la bravía.
Le atrajeron con engaños
que él creyó, por su desdicha,
y se acercó, satisfecho
con sus buques, a la orilla.
¡Malhaya el corazón noble
que de los malos se fía!,
que al poner el pie en la arena
lo prendieron los realistas.
El vizconde de La Barthe,
que mandaba las milicias,
debió cortarse la mano,
antes de tal villanía,
como es quitar a Torrijos
bella espada que ceñía,
con el puño de cristal,
adornado con dos cintas.
Muy de noche lo mataron
con toda su compañía.
Caballero entre los duques,
corazón de plata fina.
Grandes nubes se levantan
sobre la sierra de Mijas.
El viento mueve la mar
y los barcos se retiran,
con los remos presurosos
y las velas extendidas.
Entre el ruido de las olas
sonó la fusilería,
y muerto quedó en la arena,
sangrando por tres heridas,
el valiente caballero,
con toda su compañía.
La muerte, con ser la muerte,
no deshojó su sonrisa.
Sobre los barcos lloraba
toda la marinería,
y las más bellas mujeres,
enlutadas y afligidas,
lo van llorando también
por el limonar arriba.
Pedro:
(Levantándose, después de oír el romance.)
Cada dificultad me da más bríos.
Señores, a seguir nuestro trabajo.
La muerte de Torrijos me enardece
para seguir luchando.
Conspirador 1°:
Yo pienso así.
Conspirador 4°:
Pero hay que estarse quietos;
otro tiempo vendrá.
Conspirador 2°:
(Conmovido.)
¡Tiempo lejano!
Pedro:
Pero mis fuerzas no se agotarán.
Mariana:
(Bajo, a Pedro.)
Pedro, mientras yo viva...
Conspirador 1°:
¿Nos marchamos?
Conspirador 3°:
No hay nada que tratar. Tienes razón.
Conspirador 4°:
Esto es lo que tenía que contaros,
y nada más.
Conspirador 1°:
Hay que ser optimistas.
Mariana:
¿Gustarán de una copa?
Conspirador 4°:
La aceptamos,
porque nos hace falta.
Conspirador 1°:
¡Buen acuerdo!
(Se ponen de pie y cogen sus copas.)
Mariana:
(Llenando los vasos.)
¡Cómo llueve!
(Fuera, se oye la lluvia.)
Conspirador 3°:
¡Don Pedro está apenado!
Conspirador 1°:
¡Como todos nosotros!
Pedro:
¡Es verdad!
Y tenemos razones para estarlo.
Mariana:
(Levantando su copa.)
"Luna tendida, marinero en pie",
dicen allá, por el Mediterráneo,
las gentes de veleros y fragatas.
¡Como ellos, hay que estar siempre acechando!
(Como en sueños.)
"Luna tendida, marinero en pie."
Pedro:
(Con la copa.)
Que sean nuestras casas como barcos.
(Beben. Pausa. Fuera, se oyen aldabonazos lejanos. Todos quedan con las copas en la mano, en medio de un gran silencio.)
Mariana:
Es el viento, que cierra una ventana.
(Otro aldabonazo.)
Pedro:
¿Oyes, Mariana?
Conspirador 4°:
¿Quién será?
Mariana:
(Llena de angustia.)
¡Dios santo!
Pedro:
(Acariciador.)
¡No temas! Ya verás cómo no es nada.
(Todos están con las capas puestas, llenos de inquietud.)
Clavela:
(Entrando, casi ahogada.)
¡Ay, señora! ¡Dos hombres embozados,
y Pedrosa con ellos!
Mariana:
(Gritando, llena de pasión.)
¡Pedro, vete!
¡Y todos, Virgen santa! ¡Pronto!
Pedro:
(Confuso.)
¡Vamos!
(Clavela quita las copas y apaga los candelabros.)
Conspirador 4°:
Es indigno dejarla.
Mariana:
(A Pedro.)
¡Date prisa!
Pedro:
¿Por dónde?
Mariana:
(Loca.)
¡Ay! ¿Por dónde?
Clavela:
¡Están llamando!
Mariana:
(Iluminada.)
¡Por aquella ventana del pasillo
saltarás fácilmente! Este tejado
está cerca del suelo.
Conspirador 2°:
¡No debemos
dejarla abandonada!
Pedro:
(Enérgico.)
¡Es necesario!
¿Cómo justificar nuestra presencia?
Mariana:
Sí, sí; vete en seguida. ¡Ponte a salvo!
Pedro:
(Apasionado.)
¡Adiós, Mariana!
Mariana:
¡Dios os guarde, amigos!
(Van saliendo rápidamente por la puerta de la derecha. Clavela está asomada a una rendija del balcón, que da a la calle.)
Mariana:
(En la puerta.)
¡Pedro..., y todos, que tengáis cuidado!
(Cierra la puertecilla de la izquierda, por donde han salido los Conspiradores, y corre la cortina. Luego, dramática.)
¡Abre, Clavela! Soy una mujer
que va atada a la cola de un caballo.
(Sale Clavela: Se dirige rápidamente al fortepiano.)
¡Dios mío, acuérdate de tu pasión
y de las llagas de tus manos!
(Se sienta y empieza a cantar la canción de "El Contrabandista", original de Manuel García; 1808.)
Mariana:
(Cantando.)
Yo que soy contrabandista
y campo por mis respetos
y a todos los desafío
porque a nadie tengo miedo.
¡Ay! ¡Ay!
¡Ay, muchachos! ¡Ay, muchachas!
¿Quién me compra hilo negro?
Mi caballo está rendido
¡y yo me muero de sueño!
¡Ay!
¡Ay! Que la ronda ya viene
y se empezó el tiroteo.
¡Ay! ¡Ay! Caballito mío,
caballo mío, careto.
¡Ay!
¡Ay! Caballo, ve ligero.
¡Ay! Caballo, que me muero.
¡Ay!
(Ha de cantar con un admirable y desesperado sentimiento, escuchando los pasos de Pedrosa por la escalera.)
(…)
Federico García Lorca: Mariana Pineda (1927)
Versións:
Joselito Vélez: Cuando llega la noche*; Caballo, hombre, cartón; 1987; Cara A, Corte 2
*[A versión musical de Joselito Vélez está precedida por una copla popular: «Cuando llega la noche / La luna sale / Ilumina lentamente / Y no la rompe la medianoche / Y cuando llega el día / Blanquea el horizonte»; e seguido por catro versos do poema Balada de la placeta, da obra de Federico García Lorca: Libro de poemas, do ano 1921; por unha copla que non demos identificado: «Señor del cielo / Y de las arenas del mar / Se parecen a mis penas / De la larga soledad»; e por dous versos dunha composición popular castellana: Espejo, sol y luna, con tu luz yo me alumbraba.]
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