(Canción de un miliciano herido)
No tengo envidia a la vida,
que vivir así me duele,
que ni mi corazón brilla
ni mi palabra se mueve;
ni soy llama ni ceniza,
ni leño ni hierba verde;
ni duermo ni ando en vigilia,
ni en mí estoy ni estoy ausente.
Se me desangran los ojos
como ventanas sin suerte;
que se me van como ríos
y como llantos me vuelven,
y sé que aún mi cuerpo habita
lo que mi cuerpo no entiende.
Tengo resecos los labios,
que el pensamiento no atiende
ni al agua que los apaga
ni a la sed que los enciende,
y son más largos mis brazos
que las alas de la muerte:
si árboles se levantaron,
hoy de mis hombros descienden
colgados de mi abandono
como marchitos torrentes:
que flor que no ha de ser fruta
sobre la tierra se pierde.
Miro mi cuerpo, fantasma
de mi corazón doliente.
Miro mi cuerpo vencido
y no acierto a conocerme,
que ni es forma de mi olvido
ni sueño de mi presente
y como un traje vacío
cuelga de mi propia frente.
¡Manantial de mi tristeza,
en el que mi cuerpo bebe,
devuélveme mi figura,
que me arde el pulso en las sienes,
que el llanto oscuro del mundo
en mis entrañas se mueve
y ando errante y desarmado,
mientras la pasión me muerde!
No tengo envidia a mi vida,
que vivir así es mi muerte;
envidio el grano de trigo
que al morir su espiga enciende.
Emilio Prados: Romances (1936-37). Destino fiel: ejercicios de poesía en guerra (1936-1939) (1939)
Versións:
Alfredo Arrebola: No tengo casa ni amigos*; Puente de mi soledad; 2000; Pista 11
*[A versión musical de Arrebola comeza cunha estrofa doutro poema de Emilio Prados: El desterrado, incluido tamén na obra Destino fiel; e remata cunha estrofa popular, moi recurrente nos cantes flamencos.]
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