Hoy vuelvo a la ciudad enamorado
donde un día los dioses me envidiaron.
Sus altas torres, que por mí brillaron,
pavesa sólo son desmantelada.
De cuanto yo recuerdo, ya no hay nada:
plazas, calles, esquinas se borraron.
El mirto y el acanto me engañaron,
me engañó el corazón de la granada.
Cómo pudo callarse tan deprisa
su rumor de agua clara y fácil nido,
su canción de árbol alto y verde brisa.
Dónde pudo perderse tanto ruido,
tanto amor, tanto encanto, tanta risa,
tanta campana como se ha perdido.
Antonio Gala: Sonetos de la Zubia (1987)
Versións:
Clara Montes: Hoy vuelvo a la ciudad enamorada; Canta a Antonio Gala; 1998; Pista 12
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