sábado, 27 de enero de 2024

El viaje

Cruzamos, otra vez, el río Negro
de regreso, en el ómnibus, cansados,
y la anchura y el brillo nos despiertan.
¿Ves cómo me desvío? No es el río, no quiero.
O debe entrar ahora
la quietud, la dulzura
el verdor de los árboles
o las piedras y el agua. No era eso.

Es algo más oculto en este viaje,
más cercano que el río
pero se me resbala, no lo toco
casi con las palabras. ¿No da pena
ver este torpe esfuerzo? Pero escucha
compañero de viaje, mi callado
cansado compañero.
Se está cayendo el diario de tus manos
y con él el rumor del mundo cae.
Nos cerramos, dormimos, ya no estamos.
Ausentes de la tierra, del camino
y del polvo, ausentes,
surgen sombras, imágenes, flotamos,
nos desprendemos neutros, apartados
del crujir de maderas
del ruido del motor, y más que nada
más que nada, cortados
de los ojos ajenos.
Es estar muertos, casi,
y no quiero, no quiero.

Si por la ventanilla penetrara
más anchamente, el mundo…
Los pueblitos borrosos, entrevistos
de madrugada, ajenos,
fueran de pronto, propios
—no más nombres en mapas, sino nuestros.
Más dolerían, más nos pesarían
cercanos y reales
quebrando sueños.
Si entrara la mirada taciturna
del hombre quieto, junto al alambrado…
También alzó los ojos la mujer que lavaba
y desaparecieron.

Nada real nos llega. Sólo un aire caliente
y una lámina verde, impersonal, ajena
que dura todavía al cerrarse los párpados.
Sigue el viaje. Callemos.

Circe Maia: El puente (1970)

Versións:

Circe Maia: El viaje; Circe Maia por ella misma; 1970; Cara B, Corte 6

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