Así, niña querida, de manera
que lentamente el corazón se inflame,
y ya tu imagen en ni amor no muera,
aunque ha ya mucho tiempo que te amé.
Lento, lento, —de modo, niña mía,
que cada sol me traiga una mirada,
y más te quiera yo con cada día,
y guarde tanta aurora acumulada.
Que henchido al cabo el corazón de flores
y repleta de luz el alma bella,
haya al fin una aurora toda amores,
y una vívida lumbre toda estrella.
¿Me quieres? —Buen placer: placer extraño
que hace fiesta en el pecho en que se anida,
y vale por una hora todo un año,
y por un año— más, más de una vida.
Es puro, es armonioso, es un anhelo
en que un temor divino se acaricia,
y es un cielo soñar que se ve el cielo,
y aumenta el sobresalto la delicia.
Y a besos tardos y a rubores gusta
esta alma fiera, y más que fiera avara
el placer de adornar la fe robusta
con la flor del rubor de un alma clara.
Así, mi niña pura, —de manera
viva a mi lado y a mi lado muera
tu sombra amante, eterna, fugitiva
que en la sombra en que es fuerza que yo viva,
Yo busco, yo persigo, yo reboso
fuerza de amor, que de mi forma vierto:
vivo extra-mí; mi cuerpo sin reposo
vertido ya el amor, es cuerpo muerto.
Vaga en mi torno: siéntolo y palpita
a cada forma de mujer que pasa,
y cada vez que esta alma se me agita
el solitario cuerpo se me abrasa.
¡Y cómo, oh niña hermosa, me conmueve
cada imagen de amor! ¡Cómo este exceso
de afán se agranda cuando a una hoja leve,
las brisas tocan y se dan un beso!
Este amor, esta atmósfera, esta vaga
vida que en mí rebosa y me rodea,
sueña siempre otra vida que la halaga
y en espacios magníficos pasea.
Es pura, tierna, delicada, hermosa:
líneas tiene perdidas en un vago
redor de sombra opaca y nebulosa,—
dama gentil del adormido Lago.
No sé el instante en que a la tierra toca:
su blanca falda sobre nubes veo,
y lleva siempre en la plegada boca
prendido el beso blanco que deseo,
Los ojos cierro, y ante mí la miro:
la mano extiendo, y en la sombra oscura,
se esconde, se dilata, —y un suspiro
lleva a la sombra un sueño de ventura.
Y así, mi niña, eternamente andamos,
ella hundiéndose en sombra y yo tras ella,
y de lejos y huyendo nos amamos
con el inmenso amor que es todo estrella.
Pero vino ¡oh mi niña! quien me puso
la carnal vestidura que me encierra,
con la terrible forma, en ella impuso
el deber de llorar vivo en la tierra.
La imagen amo: a oscuras la persigo,
y sin llegarla a haber siempre la veo:
pero caigo en la lucha, y me fatigo
y la cansada frente me golpeo.
Y si al pasar de un límpido arroyuelo
mi imagen miro, observo con espanto
que está muy lejos el azul del cielo
y va acabando mi vigor el llanto.
Está muy lejos el azul soñado:
en vano al vivo por el loco inmolo:
está lejos de aquí para esperado:
¡muy lejos ¡ay! para alcanzarlo solo!
¿Quieres, mi niña? ¿Me amas? Es muy bueno
acoger al rendido caminante
y besarle, y amarlo, y en el seno
abrigar su cabeza palpitante:—
¡Que tanto el triste soñador se ha muerto
en el terrible tiempo que ha vivido,
que cuando a un beso del amor se ha abierto,
Fénix feliz del beso ha renacido!
Soñé: ¿Tú lo soñaste? —Tus cabellos
rodaban desatados por tu espalda,
y orgulloso el amor cubrió con ellos
mi cabeza dormida entre tu falda.
Y así soñando, henchida ya de flores
y repleta de luz el alma bella,
algo hubo en ti del sueño aquel de amores
por quien siento un amor que es todo estrella.
¡Encarna! ¡Encarna pronto!, pues el pecho,
con ansia de mujeres se me agita;
¡A un amor de mujer tengo derecho
que aplaque al vivo que en mi ser palpita!
¡Encarna! ¡Encarna pronto! No es en vano
lo que vagando en sombra, al fin concibo;
yo quiero amar con un amor humano:
¡He derecho a vivir puesto que vivo!
¡Encarna! ¡Que esa sombra que me oye
y me mira, y se esconde, y se dilata,
la línea fije, el pie en la tierra apoye
y cabellera que el amor desata!
Mi mano enlace, mi dolor esconda,
el lecho apreste a la cabeza herida,
¡y por la espalda desarrollado en onda
el manto tienda, cuna de mi vida!
¿Lo encarno? ¿En ti lo encarno? ¡Cuán galana
forma fueras de amor, oh mi niña!
Mas si tú quieres que este bien que afana
mi pobre corazón en ti sonría,
mírame hoy, desdéñame mañana,
¡Pero, por Dios, desdéñame algún día!
José Martí: Versos varios. Obras completas, vol. 17: Poesías II* (2001)
Versións:
Amaury Pérez: La vi ayer, la vi hoy; Poemas de José Martí cantados por Amaury Pérez; 1978; Pista 5
*[Publicado orixinalmente na Revista Universal, México, 12 de Agosto de 1875.]
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