—Soldadito, soldadito,
¿de la guerra viene usted?
—Sí, señora, de allá vengo,
¿por qué lo pregunta usted?
—Por si ha visto a mi marido
en la guerra alguna vez.
—Si lo he visto o no lo he visto,
dígame las señas de él.
—Mi marido es alto y rubio,
vestido de coronel,
y en la punta de la espada
lleva un pañuelito inglés,
que lo bordé cuando niña,
cuando niña en mi niñez.
—Por las señas que me ha dado,
su marido muerto es,
y en su testamento ha dicho
que me case con usted.
—Eso sí que no lo hago,
eso sí que no lo haré;
siete años lo he esperado,
otros siete esperaré;
estas tres hijas que tengo
¿dónde las colocaré?
Una en casa de doña Ana,
otra en casa de la Inés,
y la más chica que tengo
conmigo la dejaré,
para que me lave y planche
y me haga de comer.
—¡Mire usted, la picarona,
si se supo defender,
siendo yo su amado esposo
y ella mi amada mujer!
Anónimo: Romance novelesco (XVIII)
Versións:
Joaquín Díaz: Romance de la ausencia; Cancionero de romances; 1978; Disco IV, Cara B, Corte 5
Nuevo Mester de Juglaría: Este es el Mambrú, señores; Coplas del Tío Sidín; 1985; Cara 2, Corte 2
Cali Fernández e Cecilia Todd: Las señas del marido; Romanciando. Romances tradicionales canarios; 1995; Pista 8
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