Desde que te conocí,
nunca tan lejos te viera,
nunca tan lejos te vi.
Soleá de los espejos,
que si lejos, que si cerca,
que si cerca, que si lejos.
Me arranco por soleares.
Tengo soledad de ti,
pero tú, ni te compares.
Para ver bien cómo eras
—a la distancia precisa—
cómo eras, pero de veras,
me vine a esta costa brava.
Y eras como yo te quise,
como yo me figuraba.
Pintor que mira la tela
enfurruñando los ojos,
te miro yo en esa vela.
En la vela de ese barco,
sola entre la mar y el sol
como la flecha y el arco.
En la mar nada se pierde.
Esta tarde te he encontrado
en un pozo de agua verde.
Verde y azul transparencia.
Veo las piedras en lo hondo,
pecados de su conciencia.
(Perdona tú mi insistencia.
La mar y amor saben tanto…
Amor no es arte, que es ciencia.)
En esas espumas pocas
has zozobrado hasta el cuello
y te envidiaban las rocas.
Y en las muchas de otra playa
—¿Te acuerdas? ¡Días felices!—
al pie de la brava atalaya,
entre el festivo clamor,
piernas de niña inocente
se reían del amor.
Soledad de soledades
¿y todo soledad? No.
Yo canto por soledades.
Y el cantar ya es compañía.
Cerré un momento los ojos
y era tu voz la que oía.
Allá van mis soleares
por encima de los montes,
por encima de los mares.
Hasta llegar a la luna,
A la esquina de una calle
con una reja moruna.
La luna llena de espejos,
para burlarme de cerca,
para burlarme de lejos.
Gerardo Diego: Amazona (1956)
Versións:
Alfredo Arrebola: Desde que te conocí*; Luna del 27 “En cante jondo”; 1998; Pista 1
*[A versión musical de Alfredo Arrebola intercala dous versos habituais nos cantes populares flamencos: “válgame Dios compañera”, e “compañera de mi alma”.]
viernes, 25 de marzo de 2022
Soleares
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