Versións: Joan Manuel Serrat: Señor de la noche; Versos en la boca; 2002; Pista 11
Joan Manuel Serrat: Señor de la noche; La palabra más tuya. Cantando a: Agustín García Calvo, Luis García Montero, Agustín Millares, Pedro Lezcano; 2006; Pista 4
(Reedición da versión do disco Versos en la boca, do ano 2002.)
Llevaba en la cabeza
Una Lechera el cántaro al mercado
Con aquella presteza,
Aquel aire sencillo, aquel agrado,
Que va diciendo a todo el que lo advierte
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»
Porque no apetecía
Más compañía que su pensamiento,
Que alegre la ofrecía
Inocentes ideas de contento,
Marchaba sola la feliz Lechera,
Y decía entre sí de esta manera:
«Esta leche vendida,
En limpio me dará tanto dinero,
Y con esta partida
Un canasto de huevos comprar quiero,
Para sacar cien pollos, que al estío
Me rodeen cantando el pío, pío.
Del importe logrado
De tanto pollo mercaré un cochino;
Con bellota, salvado,
Berza, castaña engordará sin tino,
Tanto, que puede ser que yo consiga
Ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarélo al mercado,
Sacaré de él sin duda buen dinero;
Compraré de contado
Una robusta vaca y un ternero,
Que salte y corra toda la campaña,
Hasta el monte cercano a la cabaña.»
Con este pensamiento
Enajenada, brinca de manera,
Que a su salto violento
El cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría
No sea que saltando de contento,
Al contemplar dichosa tu mudanza,
Quiebre su cantando la esperanza.
No seas ambiciosa
De mejor o más próspera fortuna,
Que vivirás ansiosa
Sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
Mira que ni el presente está seguro.
NO detiene la muerte su larga enredadera,
ni las hojas de plata del invierno científico
que suben como tallos de araña rodeando
la soledad del mundo, el ojo y las estrellas.
Y de silencio muere la palabra en verso;
lo sé, porque no pudo empapar con su vientre
la sabia envenenada, el fuego de raíces
que llamean oscuras debajo de la tierra.
Metáforas gastadas que saben a metáforas.
Lo sé: la luz, el día, la vocación del sol
que nunca se arrepiente, son viejos voluntarios
de los primeros versos escritos a la vida.
Metáforas gastadas, pero también la muerte
se acomodó a las suyas: un alacrán nocturno
y el grito de la espada que levanta en su lámina
las cosas que nos duelen y son el enemigo.
Porque a veces el aire es pólvora, los sueños
se convierten en turbia pesadilla, las balas
aprenden de memoria su destino y el cuerpo
a su destino acude, en busca de la bala.
Entonces yo regreso a vosotras, palabras;
tal vez como el muchacho que recoge la sangre
caída de un amigo, y corre hasta la brecha
y sigue resistiendo desde la barricada.
O quizá como el náufrago que se amarra en un mástil
luchando con las olas y con su agotamiento. En pie de paz, yo vuelvo, regreso a las palabras,
a vosotras antiguas camaradas del mundo,
camaradas del hombre que os pide y os levanta
hechas lirio, consigna, empeño de futuro,
mientras la luz nostálgica y el arado del día,
todas aquellas cosas que son más que palabras,
siguen amaneciendo con la misma impaciencia
que la muerte utiliza para fijar sus víctimas,
que la muerte utiliza para hacer su comercio,
que la muerte utiliza. Yo regreso a vosotras,
cómplices en la noche de los enamorados,
pequeñas como un nombre que apenas se pronuncia,
oídas en el sótano de las calles más tristes,
canción de retaguardia. Yo regreso a vosotras,
porque busco hasta el límite roto de mi conciencia
esa ciudad oculta debajo de la mano
que me llama sin nieve a la mitad de un sueño
para hacer el amor o darme una noticia.
Versións: Juan Luis Pineda: Consejos para ciudadanos pacifistas*; Olla de grillos; 2002; Pista 9
Juan Luis Pineda: Consejos para ciudadanos pacifistas*; La palabra más tuya. Cantando a: Agustín García Calvo, Luis García Montero, Agustín Millares, Pedro Lezcano; 2006; Pista 5
(Reedición da versión do disco Olla de grillos, do ano 2002.)
*[A versión musical de Juan Luis Pineda comeza co poema Consejos para ciudadanos pacifistas, da obra de Luis García MonteroEn pie de paz, do ano 1985.]
1
Quisiera vivir, morir,
por las vereditas, siempre.
¡Déjame morir, vivir,
deja que mi sueño ruede
contigo, al sol, a la luna,
dentro de tu carro verde!
2
—Vas vestida de percal…
—Sí, pero en las grandes fiestas
visto una falda de raso
y unos zapatos de seda.
—Vas sucia, vas despeinada…
—Sí, pero en las grandes fiestas
me lava el agua del río
y el aire puro me peina.
3
…Y yo, mi niña, teniendo
abrigo contra el relente,
mientras va el sueño viniendo.
…Y tú, mi niña, durmiendo
en los ojitos del puente,
mientras va el agua corriendo.
4
¡Por toda España, contigo!
¡Por las ferias de ganados,
por las plazas de los pueblos,
vendiendo caballos malos,
vida, por caballos buenos!
¡Por todo el mundo, contigo!
5
Tan limpita, tan peinada,
con esos dos peinecillos
que te asesinan las sienes,
dime, di, ¿de dónde vienes?
Con esa falda encarnada
y esas dos rosas de lino
en tus zapatitos verdes,
dime, di, ¿de dónde vienes?
6
Me voy quedando sin sueño.
¡No puedo dormir, miradme!
Nunca más podré dormir,
que se me ha muerto mi dueño.
Me estoy quedando sin sangre.
¡No puedo vivir, miradme!
Nunca más podré vivir,
que se me ha muerto mi amante.
7 No puedo, hasta la verbena, pregonar mi mercancía, que el alcalde me condena. ¡Pero qué me importa a mí, si en estos campos, a solas, puedo cantártele a ti!: —¡Caballitos, banderolas, alfileres, redecillas, peines de tres mil colores! ¡Para los enamorados, en papeles perfumados, las dulces cartas de amores! ¡Alerta los compradores!
8
—Por una noche, a mi casa.
¡Vente a dormir a mi cuarto!
—Mire, señor,
tengo un carro.
—Por una noche, en tu casa.
¡Quiero dormir en tu carro!
—Mire, señor,
tiene su casa.
9
Yo, por el campo, a las eras,
pensando en tu vida errante
por todas las carreteras.
Tú, en la ventana del carro,
mirándote a un espejito
y con un peine en la mano.
10
¿Por qué vereda se fue?
¡Ay aire, que no lo sé!
¿Por la de Benamejí?
¿Por la de Lucena o Priego?
¿Por la de Loja se fue?
¡Ay aire, que no lo sé!
Ahora recuerdo: me dijo
que caminaba a Sevilla.
¿A Sevilla? ¡No lo sé!
Chévere del navajazo,
se vuelve él mismo navaja:
pica tajadas de luna,
mas la luna se le acaba;
pica tajadas de canto,
mas el canto se le acaba;
pica tajadas de sombra,
mas la sombra se le acaba,
y entonces pica que pica
carne de su negra mala.
Tendida en la madrugada,
la firme guitarra espera:
voz de profunda madera
desesperada.
Su clamorosa cintura,
en la que el pueblo suspira,
preñada de son, estira
la carne dura.
Arde la guitarra sola,
mientras la luna se acaba;
arde libre de su esclava
bata de cola.
Dejó al borracho en su coche,
dejó el cabaret sombrío,
donde se muere de frío,
noche tras noche,
y alzó la cabeza fina,
universal y cubana,
sin opio, ni mariguana,
ni cocaína.
¡Venga la guitarra vieja,
nueva otra vez al castigo
con que la espera el amigo,
que no la deja!
Alta siempre, no caída,
traiga su risa y su llanto,
clave las uñas de amianto
sobre la vida.
Cógela tú, guitarrero,
límpiale de alcol la boca,
y en esa guitarra, toca
tu son entero.
El son del querer maduro,
tu son entero;
el del abierto futuro,
tu son entero;
el del pie por sobre el muro,
tu son entero...
Cógela tú, guitarrero,
límpiale de alcol la boca,
y en esa guitarra, toca
tu son entero.
La guerra, madre: la guerra.
Mi casa sola y sin nadie.
Mi almohada sin aliento.
La guerra, madre: la guerra.
Mi almohada sin aliento.
La guerra, madre: la guerra.
La vida, madre: la vida.
La vida para matarse.
Mi corazón sin compaña.
La guerra, madre: la guerra.
Mi corazón sin compaña.
La guerra, madre: la guerra.
¿Quién mueve sus hondos pasos
En mi alma y en mi calle?
Cartas moribundas, muertas.
La guerra, madre: la guerra.
Cartas moribundas, muertas.
La guerra, madre: la guerra.
Zapata: La guerra, madre; Poesía en resistencia; 2012; Pista 4
*[Este poema escribiuno Miguel Hernández como canción. A musicou o compositor e violinista ucraíno Lan Adomian***, gran amigo seu, en Valencia o ano 1938; co fin de que se convertise en himno da IIª República Española. Entregoulle ademáis outros poemas-canción para que lle compusera música: Las puertas de Madrid, Todos camaradas e Madrid y su heroico defensor.]
**[Miguel Hernández: Obra poética completa; introducción, estudios y notas de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia; edición revisada por Jorge Urrutia. Alianza Editorial; Madrid, 2010.]
***[Lan Adomian Waisman, naceu en Ucraína o 29 de maio de 1905. A súa familia, de orixen xudeu emigra aos Estados Unidos no ano 1923. Alí estuda viola no Conservatorio Peabody de Baltimore e composición no Instituto Curtis de Filadelfia. Simpatiza e participa cos movementos sociais e de esquerda da segunda metade dos anos vinte, compoñendo música para os manifestantes das ‘marchas da fame’ durante a Gran Depresión. Nesta época mantén gran amistade co doutor Charles Seeger (pai do cantante folk Pete Seeger).
Tra-lo golpe de estado fascista en España, alístase no Batallón Abraham Lincoln como voluntario das Brigadas Internacionais, seguindo a chamada da Internacional Comunista. Destinado en Valencia, coñece e mantén amistade con intelectuais, escritores e artistas españois como Miguel Hernández e Pascual Pla y Beltrán. Por orde dos seus oficiais comporá a música para o himno da VI División, coa letra que lle escribiu Miguel Hernández: Canción de la VI División.
Rematada a guerra voltou aos EEUU onde comezou a destacar como compositor de música para radio e documentais; pero a comezos dos anos 50 viuse obrigado a trasladarse a México polas dificultades de atopar traballo ao estar incluido nas ‘listas negras’ polo seu pasado de activista social e a súa participación nas Brigadas Internacionais.
Neste país coñecerá a Magda de Paul Nelken, nunha festa na casa do pintor mexicano Rufino Tamayo, filla da diputada socialista e comunista da IIª República Española: Margarita Nelken, fundadora da Unión de Mujeres Antifascistas. Despois da morte de Magda seguiría mantendo unha estreita relación coa súa sogra, Margarita. Paul Preston: Palomas de guerra; DEBOLSILLO, 2011; ISBN: 9788497934374.]
Si el hondo mar callaba sus dolores las esperanzas levantó la tierra: éstas desembarcaron en la costa: eran brazos y puños de pelea: Fidel Castro con quince de los suyos y con la libertad bajó a la arena. La isla estaba oscura como el luto, pero izaron la luz como bandera, no tenían más armas que la aurora y ésta dormía aún bajo la tierra:
entonces comenzaron en silencio
la lucha y el camino hacia la estrella.
Fatigados y ardientes caminaban
por honor y deber hacia la guerra,
no tenían más armas que su sangre:
iban desnudos como si nacieran.
Y así nació la libertad de Cuba,
de aquel puñado de hombres en la arena.
Luego la dignidad de los desnudos
los vistió con la ropa de la sierra,
los nutrió con el pan desconocido,
los armó con la pólvora secreta,
con ellos despertaron los dormidos,
dejaron su sepulcro las ofensas, las madres despidieron a sus hijos, el campesino relató su pena y el ejército puro de los pobres creció y creció como la luna llena:
no le quitó soldados el combate:
creció el cañaveral en la tormenta:
el enemigo le dejó sus armas
abandonadas en las carreteras:
los verdugos temblaban y caían,
desmantelados por la primavera,
con un disparo que condecoraba
con la muerte, por fin, sus camisetas, mientras que el movimiento de los libres movía, como el viento, las praderas, sacudía los surcos de la isla, surgía sobre el mar como un planeta.
Versións: Paco Ibáñez: Yo amaba aquella casa; Canta a José Agustín Goytisolo; 2002; Pista 8
Paco Ibáñez: Yo amaba aquella casa; Concierto en el Palau de la Música de Barcelona; 2002; Pista 9
Paco Ibáñez: Yo amaba aquella casa; Concierto en el Espai de Música y Danza de la Generalitat, Barcelona; 2003; Pista 13
*[O poema aparece publicado, tamén, na obra Elegías a Julia Gay (1993) e nas antoloxías Antología personal (1997), onde modifica v.2 sin aires de desgracia , e Poesía (1999). José Agustín Goytisolo: Poesía completa; Edición, prólogo e notas de Carmen Riera e Ramón García Mateos; Poesía, 178; Editorial Lumen, Barcelona, 2009; ISBN: 978-84-264-1409-5]
Al punto de amanecer el profeta recordaba. Tomó una pluma de oca y se sentó a la ventana. Hermoso verso escribía: de los dedos le manaba. Así empezaba su verso (no se sabe cómo acaba): «Al punto de amanecer te espero en la orilla clara, donde van los cuerpos, limpios del veneno de las almas, a encontrarse entre los árboles de la mañana, que los sembraron los ángeles, la oropéndola los guarda».
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?
Viene contento
el nuevo
la sonrisa juntándole los labios
el lápizfaber virgen y agresivo
el duro traje azul
de los domingos.
Decente
un muchachito.
Cada vez que se sienta
piensa en las rodilleras
murmura sí señor
se olvida
de sí mismo.
Agacha la cabeza
escribe sin borrones
escribe escribe
hasta
las siete menos cinco.
Sólo entonces
suspira
y es un lindo suspiro
de modorra feliz
de cansancio tranquilo.
Claro
uno ya lo sabe
se agacha demasiado
dentro de veinte años
quizá
de veinticinco
no podrá enderezarse
ni será
el mismo
tendrá unos pantalones
mugrientos y cilíndricos
y un dolor en la espalda
siempre en su sitio.
No dirá
sí señor
dirá viejo podrido
rezará palabrotas
despacito
y dos veces al año
pensará
convencido
sin creer su nostalgia
ni culpar al destino
que todo
todo ha sido
demasiado
sencillo.
Versións: Nacha Guevara: La balada del empleado nuevo; Nacha canta Benedetti; 1972; Cara A, Corte 1
Nacha Guevara: La balada del empleado nuevo; Nacha Guevara canta a Benedetti. Grabado, en vivo, en el Colegio de México; 1976; Cara A, Corte 3
(Directo da versión do disco Nacha canta Benedetti, do ano 1972)
Nacha Guevara: La balada del empleado nuevo; En vivo, con Benedetti y Favero. Grabado no Teatro Hubert Le Blanc de La Habana; 1979; Disco 1, Cara A, Corte 3
(Directo da versión do disco Nacha canta Benedetti, do ano 1972)
Cuando veas al hombre de banca
dinámico y grave
que en la ranura de su coche
introduce la llave,
mientras habla con un cliente
importante,
y con mano segura
agarra el volante,
verás, si te fijas, en el cristal
la cara del que sabe.
En la escuela, al salir de recreo
al patio empujándose,
si ves a uno que lo llaman
el Capacobardes
que le escupe en la oreja al tonto
de la clase
y se planta aguardando
que el otro se arranque,
helados de vidrio verás allí
los ojos del que sabe.
O si ves por la turbia ventana
de frente a su amante
a la querida que, ya seca,
se aferra al cadáver
de su amor, y a cuchillo dice
«Como escapes,
te lo juro, aquí mismo
me siego el gaznate»,
grabado verás en la blanca piel
el signo del que sabe.
En la foto del jefe de estado
que fija el instante
en que él, sentado ante un decreto
de muerte de alguien,
en penoso deber la pluma
de oro blande,
cuando firme la firma
de un trazo la trace,
trazada en su frente la puedes ver
la marca del que sabe.
O si no, en el neón del espejo
del bar de 'My darling'
si ves al chulo que a su rubia
le dice, fumándole
de nariz, «Que nanay, nenita,
que tu padre,
y cuidao con el rímel,
que no se te empaste»,
posada en sus párpados la verás
la fuerza del que sabe.
Y si asomas, en fin, al estudio
de altos cristales
donde el cerebro de la empresa
dibuja los planes
de la ruta futura, y corre
recto el lápiz
y a derecho y a regla
los borra los árboles,
guiada verás de la pura ley
la mano del que sabe.
Todos tienen su idea: son ellos
los reyes del aire.
Y si tú ves que, cuando a todos
los cierre en la cárcel
de los versos y que la música
ya se apague,
yo me quedo a las nubes
mirando distante,
recuérdame y dime «La veo ahí
la cara del que sabe».
Boca que arrastra mi boca.
Boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.
¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!
Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.
Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.
He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.
Boca que desenterraste el amanecer más claro con tu lengua. Tres palabras, tres fuegos has heredado: vida, muerte, amor. Ahí quedan escritos sobre tus labios.