Flor de ceibo, siempre roja
que en los boscajes nativos
encendés tus tintes vivos
sobre el verdor de las hojas.
Y cuando el árbol se moja
en el agua de los ríos
como recogiendo bríos
en la corriente tranquila
te abrís como una pupila
mirando los campos míos.
La moza más agraciada
para las fiestas del pago
te busca con el halago
de sentirse engalada.
Y en sus trenzas encintadas
con esmerado desvelo,
como en un trozo de cielo
contrastan tus tonos rojos
con el negro de sus ojos
y la noche de su pelo.
Orgullosa de tener
ese destacado honor,
concentraste en el color
todo el fuego de tu ser.
Y coqueta la mujer
que ante lo bello se inclina
te lo pidió, y con fina
atención y sin agravios,
se lo pusiste en los labios
como una gracia divina.
Por eso flor y mujer
que son una misma cosa
vivieron siempre dichosas
en constante amanecer.
Y del tiempo en el correr
como en un paso triunfal,
recibieron por igual
las dos idéntico halago:
ella fue “la flor del pago”
y vos “la flor nacional”.
Tabaré Regules: Mate amargo: versos criollos (1956)
Versións:
Amalia de la Vega: Flor de ceibo; Colonia del Sacramento; 1979; Lado 2, Corte 6
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