martes, 15 de febrero de 2022

Sintonía con el lejano País de la Radio

Cada mirada que robo en la calle —me dijo— el guitarrista
                     le añade un día a mi vida.
y luego musitando en voz baja entonó su canción preferida:
                  «Nunca los celajes del poema. Tampoco los vientos,
                  concedieron aguas como aquellas lágrimas
                  que al verlas descalzas contigo
                  hacia el Edén remaron».

Ahora sepan ustedes: él, es un poeta joven que surge de
                            la calle.
Contento, —me confiesa—: «que la radio es su amiga».
Se siente emparentado no tanto con la música

                        como con la voz de la radio.

Es una voz sublime —continúa diciéndome— pero ¡épa! ¡cuidado!
«No hay que confundirla con las voces que salen de ella»
Este joven poeta, se me ocurre pensar, ama:
la capacidad que la radio tiene para transmitir la ilusión de personas
                                 a largas distancias.
Por eso mismo agrega:
«Todas las noches duermo con la radio prendida»:


Lo cierto es que él cree, en un lejano País de la Radio.
Cree además, que jamás encontrará ese país,
de modo que se conforma sólo con escucharlo.
Cree haber sido expulsado del País de la Radio.
Se siente condenado a rondar eternamente,
tras las ondas que cruzan el éter

                                                  a través del espacio.
De ahí, que se siente obligado a continuar buscando una emisora mágica,
que le devuelva la herencia perdida.


Ahora bien, resulta que ese joven poeta padece de esquizofrenia.
Y él es además, mi hijo.
A quién le digo, que un día de estos:

                                         «nos veremos nosotros mismos
embellecidos por la música cuando vayamos amaneciendo para siempre
en ese cielo inmenso del lejano y mágico País de la Radio».

¿Cuándo sucederá? —me dice— parando la oreja
Le advierto que será: «Cuando tú y yo seamos soñados por la Luz»
quien viene aún viajando desde las Estrellas de Mataró.

Y pese a que insisto, no logro convencerlo.
Eso nunca pasará —me replica—

No sucederá aunque venga la luz de las estrellas
con arpones en llamas.
Luego rascándose la cabeza —pensativo mira el cielo— y sentado en su silla de tierra
me sentencia: «No te equivoques padre. Eso si ha de ser, será
más arriba de las estrellas nuevas que nombras.
No en las estrellas del País del Dolor, en que yo vivo.
Y sólo podrá ocurrir, cuando ya no haya nadie
con quien poder hablar sobre la Tierra.


Tristán Altagracia: Estrellas de Mataró (2005)

Versións:

Acero de invierno: Sintonía con el lejano país de la radio / Riders on the storm*; Laberinto de voces; 2015; Pista 1



*[A versión musical de Acero de invierno ten como base musical a canción Riders on the storm, do grupo The Doors.]
**[Agradecemos a Bernardo Noziglia Reyes, da Biblioteca Nacional de Chile, a información relativa á edición e publicación deste poema, así como da súa copia literal.]

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