martes, 20 de diciembre de 2016

Coro funerario

(…)
Dos mujeres, al fondo del escenario, ponen flores en una tumba y rezan en voz baja. Entra el cortejo por el fondo de la sala y avanza hacia el escenario, encabezado por Tresdedos y Reyes, que llevan la cabeza de Murieta. Todos marchan en silencio. Sólo se oye un redoble de campana puntuando el coro funerario. Mientras el cortejo avanza entre el público, las mujeres que oran en el escenario se levantan dejando en descubierto la tumba de Teresa. El cortejo llega hasta allí. Durante el desfile se oye el siguiente coro funerario.

CORO FUNERARIO.
El oro recibe a este muerto de pólvora y oro enlutado,
el descabellado, el chileno sin cruz de soldado, ni sol ni estandarte,
el hijo sangriento y sangrante del oro y la furia terrestre,
el pobre violento y errante que en la California dorada
siguió alucinante una luz desdichada: el oro su leche nutricia le dio, con la vida y la muerte, acechado y vencido por odio y codicia.
Nocturno chileno arrastrado y herido por las circunstancias del daño incesante,
el pobre soldado y amante sin la compañera ni la compañía, sin la primavera de Chile lejano ni las alegrías que amamos y que él defendía,
en forma importuna atacando en su oscuro caballo a la luz de la luna,
certero y seguro, este rayo de enero vengaba a los suyos.
Y muerto en su orgullo, si fue un bandolero no sé ni me importa. Ha llegado la hora
de una gran aurora que todas las sombras sepulta y oculta con manos de rosa fragante,
la hora, el minuto en que hallamos la eterna dulzura del mundo y buscamos
en la desventura el amor que sostiene la cúpula de la primavera.
Y Joaquín Murieta no tuvo bandera sino sólo un dolor asesino. Y aquel desdichado
halló asesinado su amor por enmascarados. Y así un extranjero que salió a vencer y vivir
en las manos del oro, se tornó bandolero y llegó a padecer, a matar y morir.
Piedad a su sombra! Entreguemos la rosa que llevaba a su amada dormida,
a todo el amor y al dolor y a la sangre vertida, y en las puertas del odio esperemos
que regrese a su cueva la oscura violencia, y que suba la clara conciencia
a la altura madura del trigo y el oro no sea testigo de crimen y furia y el pan de mañana en la tierra
no tenga el sabor de la sangre del hombre caído en la guerra.
(…)

Pablo Neruda: Cuadro VIº. Muerte de Murieta. Fulgor y muerte de Joaquín Murieta (1965-1967) (1967)

Versións:
Olga Manzano e Manuel Picón: Muerte de Murieta*; Fulgor y muerte de Joaquín Murieta; 1974; Lado B, Corte 5



*[A versión musical de Olga Manzano e Manuel Picón comeza con parte do poema Casi Soneto, e continúa con algún verso solto do Coro Cantado, incluidos ámbo-los dous no Cuadro VIº. Muerte de Murieta, da obra de Pablo Neruda: Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, do ano 1967; así como unha estrofa final que non puidemos identificar no texto orixinal de Neruda.]

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