jueves, 8 de diciembre de 2016

A la fuente va del olmo

    A la fuente va del olmo,
la rosa de Leganés,
Inesica la hortelana,
ya casi al anochecer.

    La luna salir quería,
mas los dos soles de Inés
le dijeron a la luna
no tenía para qué.

    A los tres caños llegó,
y su mano a todos tres
correr les hizo el cristal
que ya les hizo correr.

    Llenaba su cantarilla
y vaciábala después,
cantando, por no llorar,
la tardanza de Miguel:

    Si viniese ahora,
    ahora que estoy sola.
Hola, que no llega la ola.
Hola, que no quiere llegar.


    Las olas calmó la niña,
porque, en oyendo el rabel
del mancebo que esperaba,
perdió la voz, de placer.
    Mas viéndolo con Quiteria,
la de Gil, perdió otra vez
la voz, mas fue de pesar,
y escucholos sin querer:
Mala noche me diste, casada:
    Dios te la dé mala.


    Sin permitirle acabar,
para Quiteria se fue,
que la recibió con señas,
si llegó mudilla Inés.
    De sus cuatro labios ambas
más se dejaron caer
virtudes que del romero
califica no sé quién.
    Miguel a lo socarrón,
mientras se abrasan por él,
con aguas turbias apaga
el fuego en que las ve arder.
Turbias van las aguas, madre,
     turbias van:
mas ellas se aclararán.


    —Diga, señora la buena,
la que se precia de casta,
¿la propia a Gil no le basta,
que le hace criar la ajena?
    —Amiga, sí, y tan sin pena
como tu bendita madre
costas le hizo a tu padre,
siendo tú del sacristán.
Turbias van las aguas, madre,
     turbias van:
mas ellas se aclararán.


    Aclaráronse las aguas
tanto, que fue menester
que Miguel se moje entre ellas,
cantando como un angél:
Ya no más, queditico, hermanas,
     ya no más.


    Llegó en esta sazón Bras,
la mejor que pudo ser,
pues un favor le escuchó
lo que cantaba a un desdén:
    «Bien sé que a la muerte vengo,
zagala, en venirte a ver,
mas tal cariño te tengo
que no puedo más hacer».
    Seis meses, de ruiseñor,
de pelícano otros seis,
Bras ha servido a Inesilla;
otros tantos, de crüel
    ha sufrido a la que ahora,
agradecida a su fe,
un listón le dio, encarnado
como Dios hizo un clavel.
    Por vengarse del ingrato,
favor le hizo y merced
del que a Bras será listón,
y a Miguelillo, cordel.
    Él, desmintiendo su rabia,
al plectro hizo morder
las cuerdas de su instrumento,
y cantando esto se fue:

«Vámonos, que nos pican los tábanos,
vámonos donde moriré.


    »Por Quiteria dormí al hielo,
y por Inés voy corrido:
si de necio me he perdido,
ninguno me tenga duelo;
si no me negare el suelo
aun adonde ponga el pie,
vámonos, que nos pican los tábanos,
vámonos donde moriré».

                        1625

Luis de Góngora: Romances amorosos. Manuscrito Chacón* (1628)

Versións:
Santiago Gómez Valverde e Paula Chantada: A la fuente va del olmo; La palabra y el tiempo, vol.2; 2013; Pista 1



*[Obras de D. Luis de Góngora reconocidas i comunicadas con L. por D. Antonio Chacón Ponce de León, señor de Polvoranca; 1628; BNE.]

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