martes, 14 de abril de 2020

A pesar de la ira

                    XXV

Roídos yelmos, herraduras muertas!

Pero a través del fuego y la herradura
como de un manantial iluminado
por la sangre sombría,
con el metal hundido en el tormento
se derramó una luz sobre la tierra:
número, nombre, línea y estructura.

   Páginas de agua, claro poderío
   de idiomas rumorosos, dulces gotas
   elaboradas como los racimos,
   sílabas de platino en la ternura
   de unos aljofarados pechos puros,
   y una clásica boca de diamantes
   dio su fulgor nevado al territorio.

   Allá lejos la estatua deponía
   su mármol muerto,
                                 y en la primavera
   del mundo, amaneció la maquinaria.

      La técnica elevaba su dominio
      y el tiempo fue velocidad y ráfaga
      en la bandera de los mercaderes.

   Luna de geografía
   que descubrió la planta y el planeta
   extendiendo geométrica hermosura
   en su desarrollado movimiento.
   Asia entregó su virginal aroma.
   La inteligencia con un hilo helado
   fue detrás de la sangre hilando el día.
   El papel repartió la miel desnuda
   guardada en las tinieblas.

   Un vuelo
   de palomar salió de la pintura
   con arrebol y azul ultramarino.
   Y las lenguas del hombre se juntaron
   en la primera ira, antes del canto.
 
   Así, con el sangriento
   titán de piedra,
   halcón encarnizado,
   no sólo llegó sangre sino trigo.

   La luz vino a pesar de los puñales.

Pablo Neruda: III. Los Conquistadores. Canto General (1950)

Versións:
Mario Lorca e Aparcoa: Altiplano: Urpi Wiwas Kaytan; Canto General; 1971; LP2, Lado 1, Cortes 3 e 4

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