A la Señora Susana Torres de Castex
Eco, divina y desnuda
como el diamante del agua,
mi musa estos versos fragua
y necesita tu ayuda,
pues, sola, peligros teme.
—¡Heme!
—Tuve en momentos distantes,
antes,
que amar los dulces cabellos
bellos,
de la ilusión que primera
era,
en mi alcázar andaluz
luz,
en mi palacio de moro
oro,
en mi mansión dolorosa
rosa.
Se apagó como una estrella
ella.
Deja, pues, que me contriste.
—¡Triste!
¡Se fue el instante oportuno!
—¡Tuno!...
—¿Por qué, si era yo suave
ave,
que sobre el haz de la tierra
yerra
y el reposo de la rama
ama?
Guiome por varios senderos
Eros,
mas no se portó tan bien
en
esquivarme los risueños
sueños,
que hubieran dado a mi vida
ida
menos crueles mordeduras
duras.
Mas hoy el duelo aún me acosa.
—¡Osa!
—¡Osar, si el dolor revuela!
—¡Vuela!
—Tu voz ya no me convence.
—vence.
—¡La suerte errar me demanda!
—Anda.
—Mas de ilusión las simientes...
—¡Mientes!
—¿Y ante la desesperanza?
—Esperanza.
Y hacia el vasto porvenir
ir.
—Tu acento es bravo, aunque seco,
eco.
Sigo, pues, mi rumbo, errante,
ante
los ojos de las rosadas
hadas.
Gusté de Amor hidromieles
mieles;
probé de Horacio divino,
vino;
entretejí en mis delirios
lirios.
Lo fatal con sus ardientes
dientes
apretó mi conmovida
vida;
mas me libró en toda parte
arte.
Lista está a partir mi barca
arca
do va mi gala suprema,
—Rema.
—Un blando mar se consigue.
—Sigue.
—La aurora rosas reparte.
—¡Parte!
¡Y a la ola que te admira
mira,
y a la sirena que encanta
canta!
Rubén Darío: El canto errante (1907)
Versións:
Andy Chango: Eco y yo; Tributo a Rubén Darío* (VVAA); 2000; Pista 13
*[CD incluido no nº 20 da revista Zona de Obras]
jueves, 6 de febrero de 2014
Eco y yo
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