De enjuto gris, el Oficial nos dijo:
—Deben desalojar esta vivienda.
Mi madre tapó el llanto con sus manos
de pie, sobre el umbral de la pobreza.
Y ya. Y era inmediato. Y muy de prisa.
—El agente se queda de Consigna
para cumplimentar el Lanzamiento.
Pasó del gris al negro, imperturbable
y luego, bostezó en nuestro silencio.
La intemperie es procaz. Saqué la mesa,
con al almuerzo muerto, a la vereda,
las sillas de totora, despintadas,
destotoradas: con el culo afuera.
La intemperie es hipócrita. Oí vecinos
condoliéndose de lejos, reprobando
no se sabía a quién, pero royendo
en nuestra humillación un hueso rancio.
Mi madre ató un colchón, juntó la ropa;
lágrima a lágrima desarmé su cama,
el milico ayudó con el ropero
que fue el que resistió con más agallas.
La pobrecita madre reunía
enseres diminutos, cosas viejas,
remanentes del uso de otros días
enmohecidos ya por la tristeza:
una tijera rota, tres botones,
cabos de vela, un candil sin asa,
la sartén de freír nuestra alegría,
la risa muerta de la palangana.
No terminaba nunca de juntar
su vida entre las cosas palpitantes,
la intimidad exigua de esa pieza,
el orden de sus sueños vulnerables.
El sol, aquel solazo del Oeste,
me astillaba alfileres de impaciencia,
el Agente bufaba con bigotes
y el vecindario hervía en la vereda.
—Vamos, madre, está bueno ya, le dije,
deje de revolver las cosas viejas;
para qué sirven, madre? Y ella dijo:
—Para tocar la vida y comprenderla.
Cuando salió, traía su geranio
y se puso a regarlo en la vereda.
Buenos Aires, 1976
Armando Tejada Gómez: Bajo Estado de sangre (1974-1983) (1986)
Versións:
Armando Tejada Gómez: Romance del desalojo; Vigencia; 2005; CD3: Registros inéditos; Pista 11
*[Por razóns de espazo nunha entrada anteior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta actual para evitar duplicidades.]
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