jueves, 30 de noviembre de 2017

O ya porque a su rey o al nuestro importe

(…)

[CARLOS. Embajador de Francia]
      O ya porque a su rey o al nuestro importe,
Lleno de honor y de prudencia lleno
De Inglaterra a la francesa corte
Fue por embajador Tomás Boleno.
No sé de los carámbanos del norte,
Como en fuego llevó tanto veneno;
Pero ese móvil de cristal y plata
En su curso los cielos arrebata.
      Este llevó tras sí, por mi ventura,
(siempre la tuve yo para mas pena)
Usurpada de Londres la hermosura
En su gallarda hija Ana Bolena.
En aquella deidad hermosa y pura,
De los hombres bellísima sirena,
Pues aduerme a su encanto los sentidos,
Ciega los ojos y abre los oídos.
      Vila en París un día. ¡A Dios plugniera,
No que, como se dice, antes cegara,
Sino que a tantas plumas rayos diera,
Que al ave mas hermosa así imitara!
Fuera el pavón de Juno entonces, fuera
El aura celestial en noche clara;
Que para ver de un sol las luces bellas,
Bien fueran menester tantas estrellas.
      En un festín acompañada entraba
De la mayor belleza, que vio el suelo;
De plata y seda azul vestida estaba;
(¿Cuándo no se vistió de azul el cielo?)
Yo, que entonces de libre blasonaba,
Quedé al mirarla envuelto en fuego y hielo;
Que como amor es rayo sin violencia,
Crece, y crece en su misma resistencia.
      Fácil hace un diamante a otro diamante,
Y posible un acero hace a otro acero;
El imán al imán es semejante;
Felice es siempre el que llegó primero.
¿Pués qué mucho, que amor en un instante
Postrase humilde, corazón tan fiero,
Si en tanta confusión dispuso el ciego
Imán, rayo, diamante, acero y fuego?
      Danzó; dancé con ella; no quisiera
Decirte como allí mis confianzas
Resucitaron, conociendo que era
Muger quien supo hacer tantas mudanzas.
Dejó en mi mano un lienzo, lisonjera
Prenda, con que animó mis esperanzas,
Y astrólogo favor, cuyos despojos
Anunciaron el llanto de mis ojos.
      Amé, quise, estimé mansos rigores;
Serví, sufrí, esperé locos desvelos;
Mostré, dije, escribí locos amores;
Sentí, lloré, temí tiranos celos;
Gocé, tuve, alcancé dulces favores;
Dejé, perdí, olvidé vanos recelos.
Testigos fueron de la gloria mía
Muda la noche y pregonero el día.
      Porque apenas el sol se coronaba
De nueva luz en la estación primera,
Cuando yo en sus umbrales adoraba
Segundo sol en abreviada esfera.
La noche apenas trémula bajaba,
A solos mis deseos lisonjera,
Cuando un jardín, república de flores,
Era tercero fiel de mis amores.
      Allí el silencio de la noche fría
El jazmín, que en las redes se enlazaba,
El cristal de la fuente, que corría,
El arroyo, que a solas murmuraba,
El viento, que en las hojas se movía,
El aura, que en las flores respiraba,
Todo era amor. ¿Qué mucho si en tal calma
Aves, fuentes y flores tienen alma?
      ¿No has visto providente y oficiosa
Mover el aire iluminada abeja
Que, hasta beber la púrpura a la rosa
Ya se acerca cobarde, y ya se aleja?
¿No has visto enamorada mariposa
Dar cercos a la luz, hasta que deja
En monumento fácil abrasadas
Las alas de color tornasoladas?
      Así mi amor cobarde muchos días
Tornos hizo a la rosa y a la llama,
Temor, que ha sido entre cenizas frías
Tantas veces llorado de quien ama;
Pero el amor, que vence con porfías,
Y la ocasión, que con disculpas llama,
Me animaron, y la abeja y mariposa
Quemé las alas, y llegué a la rosa.
      ¡O mil veces feliz aquel que alcanza
Un imposible, a tanto amor rendido!
¿Quién dice, que, muriendo la esperanza,
Nace de sus cenizas el olvido?
Quien dice, que se igualan la mudanza
Y posesión, ni quiere ni ha querido;
Porque ¿Cómo querría enamorado
Quien lo niega después que está obligado?
      En este tiempo acaba la embajada
Su padre, y ella vuelve a Inglaterra,
Quedando yo, como en la noche helada,
Ausente el sol, suele quedar la tierra.
Considera de una alma enamorada
Cuantos discursos imagina y yerra,
Que tantos hice, porque no la vía.
¿Qué mucho, si es el norte que me guía?
      Pedí al rey la embajada, que he traido;
Diómela, vine a Londres, y gozoso
Estoy de ver, que el rey me ha detenido.
¡Ojalá fuera un siglo perezoso!
Aunque parte del bien me ha suspendido
Ver, que hoy viene a palacio mi amoroso
Dueño. Mi pena es esta y mi cuidado.
Mira si estoy con causa enamorado.

(…)

Calderón de la Barca: Jornada Iª. La cisma de Inglaterra (1627)

Versións:
José Mª Vitier e Jorge Drexler: Dulces favores; Canciones del buen amor; 2002; Pista 5



José Mª Vitier e Martirio: Dulces favores; El aire que te rodea; 2011; Pista 3

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