martes, 13 de junio de 2017

Epitafio

Apareció un día de tantos
se supone.

Al principio solía beber vino a tragos lentos
en el último bar de aquella playa oscura

pronunciando los nombres de los mariscos
de una manera que llamaba a risa
y cantando confusas baladas que ninguno de los pobres borrachos
entendía.

Después se fue quedando aquí simplemente
sudoroso y rojísimo bajo el sol obstinado
casó con una puta oscura —santa mujer de lástima—
inaugurando una larga vecindad de silencio.

Phillips O’Mannion los ojos y el recuerdo llenos de su Irlanda natal
murió ayer en la calle las manos crispadas junto al pecho
sin pronunciar una palabra
sin alarmar a nadie
como quien paga por la vida poco precio.

Al estarle enterrando se rompieron las cuerdas
y el féretro cayó de golpe saltándose la tosca tapa de pino.

Su compañera —los labios despintados—
le echó el primer puñado de tierra
directamente en el rostro.

Roque Dalton: El turno del ofendido (1962)

Versións:
Mauricio Redolés: Epitafio; Bello barrio; 1987; Cara B, Corte 6

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